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Alejandro Werner: “Como la injerencia del Estado en Argentina es brutal, probablemente se necesite un fanático del libremercado”

-¿La llegada de Javier Milei a la presidencia fue un alivio para el FMI?

-Que llegue un presidente que hizo campaña con el objetivo de restablecer los equilibrios macroeconómicos en la Argentina, transformar la economía en una de mercado, tratar de abrirla a la competencia internacional y generar internamente un entorno mucho más propicio para la competencia y la actividad del sector privado claramente es un alivio para el Fondo. En el organismo creen en una economía de mercado, con un sector privado pujante, pero también con claras áreas de intervención del sector público y en ese aspecto difieren de la mirada del presidente Milei. Pero el problema hoy de Argentina es un nivel de injerencia del Estado brutal, a través del gasto público, regulaciones, permisos y de autorizaciones: probablemente se necesite un fanático del libre mercado y la desregularización para mover al país hacia un lugar más sensato. Además, Milei es un político atípico, que da la impresión de estar más interesado en hacer lo que él cree que es correcto para la economía argentina que en ese cálculo fino de qué lo beneficia políticamente. Todo eso hace que este presidente sea una contraparte muy buena para el Fondo. En ese sentido hay muchas expectativas y la gran duda es la capacidad política que va a tener para ir para adelante con eso.

– También es inusual que un presidente gane en Argentina con el discurso de un fuerte ajuste. Más bien lo hacen una vez que están en el Gobierno.

-Tienes toda la razón. Creo que en eso Milei fue muy honesto y claramente tiene un mandato. Por otro lado, está la necesidad de moverse muy rápido porque probablemente parte de este apoyo se va a erosionar dada la dificultad que va a enfrentar la población por una situación económica difícil si vemos los números que publicó el Fondo: una contracción de 2,8% de la economía este año, pero de la economía no agropecuaria la contracción es de más del 5%.

-El reporte de la séptima revisión fue duro con el programa anterior ¿Cree que el FMI fue demasiado laxo con el gobierno de Alberto Fernández?

-Ante la disyuntiva de hacer o no hacer un programa con ese gobierno, creo que la decisión de ir para adelante y tener un programa fue correcta. Para Argentina fue menos malo que el Fondo estuviese que si no hubiera estado. Para el FMI también fue bueno porque no fue el culpable de ninguno de los problemas de la Argentina y no se lo pudo usar políticamente de una manera tan agresiva como se lo hubiese usado si abandonaba al país. Sin embargo, creo que la directora gerente Kristalina Georgieva pudo haber sido mucho más dura. Creyó que el gobierno de Fernández iba a ser mejor, implícitamente hizo muchas concesiones y eso la puso en una posición de debilidad a la hora de negociar un programa ya avanzado el mandato y cuando las autoridades estaban muy poco interesadas en implementarlo. Luego, con el ministro Sergio Massa como candidato, vino el cinismo de terminar con una expansión fiscal desmedida, con cambios en la estructura tributaria con un fin meramente electoral. Yo creo que ese extremo no se lo imaginó nadie.

– Lo que plantea Milei es mucho más de lo que solía pedir el Fondo respecto a las metas ¿Sorprendió su posición?

-Todos esperaban que el programa del gobierno entrante iba a ser mucho más fuerte del que se tenía con el Fondo. Sin embargo, el tamaño del ajuste que anunció Milei, la velocidad con la que lo quiere implementar y la agenda simultánea de reforma estructural muy profunda sorprendió a todo el mundo. No sé si es el mejor o no, pero creo que envió una señal muy clara de lo que quiere que sea su gobierno y de utilizar al máximo el capital político que va a tener en estos primeros 6 meses para estabilizar, pero también transformar la economía argentina y abrirla.

-Las metas de ajuste fiscal, de reservas, ¿son alcanzables realmente?

-Creo que sí porque vemos el convencimiento del presidente. El Gobierno va a tener ingresos excedentes muy importantes que va a decidir cómo asignarlos y tiene el poder de negociación para alcanzar este objetivo. A lo largo del primer semestre el Gobierno va a tener la responsabilidad de dar mucha más claridad. Creo que es necesario que haya un entorno de coordinación de expectativas de inflación sobre políticas de ingreso, de ajustes salariales, y de tener pautas de cómo va a ir bajando la inflación. No hay nadie que esté dando alguna señal sobre adónde va el sistema.

-El Fondo proyectó que la inflación seguirá subiendo hasta mitad de año y después va a bajar y cerca de fin de año cierre en el 150% anual. ¿Usted coincide con esa perspectiva?

-A mí me importa más cuál va a ser la inflación de los últimos 4 meses. Si al final, por ejemplo, tenemos 20% en diciembre, 20 en enero y 20 en febrero (porque también se ajusta el gas y la electricidad) y luego tenemos 18 en marzo, ahí ya acumulamos un 60% de inflación. Si luego en el resto de los meses nos vamos a una inflación promedio de 12% o 10, estamos en 150%. Pero si en los últimos 4 meses tenemos una inflación promedio anualizada del 60%, Argentina parte en el 2025 con una inflación elevada, pero ya habiendo hecho todos los ajustes y dentro de los niveles de los cuales economías como Colombia, Chile o como México lograron estabilizar. Yo creo que eso es viable, pero es importante que al final del primer trimestre y el segundo veamos una política monetaria. Además se necesita que las autoridades económicas comuniquen un poco más lo que están haciendo para guiar las expectativas después de este choque. También será clave cuál va a ser la política cambiaria porque un movimiento del 2% del dólar oficial la inflación se lo come muy rápido. Si quieren seguir acumulando reservas se necesita un tipo de cambio que no pierda la competitividad en tres meses.

-¿Es posible cortar radicalmente el déficit fiscal en un año sin que haya un impacto social tremendo?

-Es muy importante que las partidas de gastos sociales se estén incrementando y se estén diseñando esquemas no solo para atender y compensar a la gente que ya recibía programas sino también a la población que está en fragilidad y está por arriba de la línea de pobreza, pero que muy probablemente en los próximos tres trimestres vayan a caer en la pobreza.

-Se entiende que el FMI hable de proteger a los más vulnerables. ¿Pero cómo amortiguar también el fuerte impacto en la clase media que ya está muy golpeada?

– El Gobierno tiene que hacer hincapié en la clase media baja. Ese sector está en un nivel de fragilidad que puede caer en niveles cercanos a la pobreza y eso hay que atenderlo. Obviamente, el gabinete social tiene que tener elementos nuevos. No solo ampliando el monto de los programas anteriores va a poder llegar a “los nuevos pobres” o a los pobres transitorios por cuatro trimestres que es lo que en teoría se tarda en salir de esto. Política y socialmente creo que hay responsabilidad de atenderlos.

-¿Qué pasa si el paquete fiscal de la ley ómnibus, que ya se quitó, no se aprueba finalmente? El ministro Luis Caputo dice que la metas se alcanzan igual pero ¿esto es posible?

-Mucha gente ha mencionado el impuesto a los combustibles y algunas modificaciones en el impuesto al comercio exterior. El Gobierno también ha dicho que puede reducir las transferencias que no están asociadas a la recaudación federal coparticipable. Eso lo puede hacer por decreto porque el presupuesto les da esa facultad. Es cierto que el ajuste se tiene que diseñar de una manera donde todos contribuyan y que no recaiga solo sobre las provincias o la federación. Pero tal vez las provincias hoy están en una mejor situación que la federación. Va a ser una negociación muy difícil pero también es importante que se haga rápido: si el ajuste fiscal empieza a perder elementos, la credibilidad del programa de estabilización se empieza a debilitar de manera muy rápida.

– El Fondo siempre habla de la importancia del consenso de las reformas.

– Claro, porque podés hacerlo por decreto, pero cuando la popularidad del presidente caiga al 40% la debilidad del ejecutivo ahí va a estar. Pero yo espero que la responsabilidad de esta nueva configuración de los partidos de centro, de centro derecha y la Libertad Avanza puedan llegar a un acuerdo que logre el ajuste que el presidente Milei ha anunciado y que se haga de una manera que tenga un consenso mucho más amplio que el ejecutivo y creo que eventualmente eso se va a lograr.

-El Fondo extendió el plazo del programa actual hasta fin de año para dar tiempo a las reformas. ¿Cree que el Gobierno y el FMI pueden estar negociando ya un nuevo programa o esto será después del actual?

-Por la gestión burda de Massa, lo que el Fondo creía que se iba a hacer en 2023 ahora tiene que suceder en 2024 y aún más profundamente. Entonces tiene sentido darle a Milei más tiempo para terminar el programa original que se había negociado. Para hacer hoy uno nuevo y poner más recursos en la mesa, el FMI querría ver que el consenso político se está logrando. Yo no creo que se esté negociando un nuevo programa, pero creo que está en la cabeza de todo el mundo que si este programa avanza bien habrá uno nuevo. Incluso se puede negociar y anunciar antes de que termine el programa actual. Ahí se podría volver a extender los plazos de repago de los desembolsos al gobierno de Fernández, pero otro objetivo para Argentina sería dinero fresco. Si Argentina quiere quitar el cepo necesita un nivel de reservas importantes.

– Si Milei buscara implementar la dolarización ¿El Fondo podría poner el dinero para las reservas?

El nuevo programa tendría más recursos frescos para acumular reservas y patear los re-pagos al Fondo para más adelante, independientemente del régimen cambiario. Ese sería el foco de la negociación y obviamente todo el esquema de políticas que apoyaría eso. Si el gobierno de Milei además propone dolarizar yo creo que va a ser una negociación todavía más difícil. Pero dada la situación argentina tal vez al final Milei y su equipo logran convencer al Fondo de que es la manera de ir para adelante.

¿Es optimista hoy con Argentina?

Con un período presidencial de 4 años, elecciones intermedias en 20 meses, es difícil. Por otro lado, tener un presidente como Milei tan convencido de las cosas que hay que hacer es una buena señal. El haber comenzado como comenzó maximiza las probabilidades de éxito, pero también es cierto que enfrente tiene un entorno político y el sector privado que protegen sus rentas y van a estar esperando el momento de debilidad de Milei para tratar de recuperar su rentabilidad y su parte del pastel, lo que puede ir deteriorando la probabilidad de éxito del programa. Pero creo que, dada la dificultad del desafío, Milei ha empezado bien, aunque yo mismo difiera en algunos aspectos en los extremos del liberalismo. Pero para mover a la Argentina a una economía más de mercado necesitas un fanático y creo que el presidente tiene el convencimiento de lo que hay que hacer.

Confesiones de un ex FMI sobre Argentina y su sociedad

Alejandro Werner es un protagonista fundamental de las grandes batallas que el Fondo Monetario Internacional tuvo con la Argentina, el país donde nació, aunque a los 10 años, en 1977 y plena dictadura, su familia se tuvo que exiliar y radicar en Ciudad de México. Este economista, doctorado en el MIT, fue viceministro de Economía y funcionario del Banco Central de México y luego se instaló definitivamente en Washington con un cargo con el que tuvo un fuerte impacto en América latina y nuestro país: director del Departamento del Hemisferio Occidental del Fondo Monetario Internacional.

Durante los 9 años que duró su gestión en el organismo, Werner negoció con los gobiernos de Cristina Kirchner, Mauricio Macri y Alberto Fernández distintas cuestiones como mociones de censura por las estadísticas, acuerdos y programas, un recorrido que plasmó en su libro “La Argentina en el Fondo”, que escribió junto con el periodista Martin Kanenguiser.

Werner recibió críticas desde ambos lados de “la grieta”: el macrismo lo acusó por haber sido demasiado “duro” en el programa acordado con Mauricio Macri en 2018 al no permitir la intervención del Banco Central para frenar el dólar y el kirchnerismo insiste en considerarlo un cómplice de una fuga de capitales. Incluso, ya retirado del organismo, fue blanco en Twitter de la entonces vicepresidenta cuando le dijo que había sido “descabellado” haberle dado “un préstamo político por US$45.000 millones al gobierno de Mauricio Macri para que ganara las elecciones”.

Hoy, formalmente más lejos de los avatares del organismo, es director del Instituto de las Américas de la Universidad de Georgetown, una plataforma de diálogo, investigación de los desafíos para América latina y el hemisferio.

– Todavía seguimos pagando el préstamo del 2018 ¿Desde el FMI o usted mismo, hay algún mea culpa de cómo se otorgó y como se manejaron las sucesivas renegociaciones? ¿Qué podría haber hecho el Fondo para que evitar que el programa fracasara?

– Creo que el Fondo es rehén de la disfuncionalidad fiscal de la sociedad argentina. Quizás se tendrían que haber puesto controles de capitales antes, tal vez se debió haber diseñado en alguna manera diferente en algunos aspectos. También estoy convencido de que difícilmente estos cambios hubiesen tenido un efecto importante sobre el resultado. El querer hacer un programa de estabilización ya tan cercano a la elección, con una alternativa política tan poco interesada en corregir los desequilibrios de Argentina como era la fórmula Fernández-Fernández era muy difícil. Era difícil que en 18 meses el gobierno de Macri hubiera podido estar en una situación económica competitiva para ganar las elecciones cuando había tenido 3 años de contracción económica e inflación elevada. Además, Cristina Fernández puso a Alberto y Macri quedó un poco descuadrado. No sé si el diseño del programa hubiese evitado ese resultado electoral. Creo que el 85% del problema argentino es argentino y el 15% restante está el Fondo y la comunidad internacional.

– ¿La Argentina estaría mejor o peor sin el Fondo?

– Hay gente que cree que Argentina estaría mejor sin el Fondo, pero creo que no. Macri al menos terminó su mandato, hubo elecciones y que fue el primer presidente no peronista que culminó su gestión. Yo no sé qué habría pasado si el Fondo no hubiese apoyado el gobierno de Macri, porque estábamos muy cerca de la elección. Pero programas similares a los de Argentina funcionaron en Colombia, en Perú, Brasil o México y ya no tienen que recurrir al Fondo. El problema está que la Argentina no logra establecer un contrato social que le permita una estabilidad mayor.

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