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EEUU: entre el respaldo estratégico y la intervención directa

Lucila Sapp y Valentina Tortorella – Instituto Rosarino de Estudios del Mundo Árabe Islámico (Iremai) UNR*

La escalada del conflicto entre Irán e Israel a raíz de los ataques israelíes bajo la operación Rising Lion (León Naciente) que comenzó el pasado 13 de junio ha renovado el protagonismo de Estados Unidos en Medio Oriente. Si bien históricamente Washington ha sido un aliado estratégico de Tel Aviv, los últimos acontecimientos dejan en evidencia una intervención más directa, tanto militar como política, que excede la tradicional retórica de apoyo diplomático.

A pesar de que la Casa Blanca buscó desligarse de los ataques al manifestar que Israel actuó de manera unilateral -y desobedeciendo el pedido del Pentágono de no llevar adelante la operación-, diversos informes periodísticos indican que EE.UU. compartió información clasificada en tiempo real, lo que permitió una respuesta efectiva de los sistemas de defensa aérea israelíes. Este nivel de asistencia sugiere no solo un respaldo logístico, sino también una implicación activa en el desarrollo operacional del conflicto. Además, junto al Reino Unido, Washington ayudó a interceptar los misiles balísticos que provenían de Irán, en la contraofensiva que lanzó el país el 13 de junio. Asimismo, EE. UU. se erige como el principal vendedor de armas de Israel, por lo que, a pesar de no haber participado “directamente” en la ofensiva israelí, no deja de tener un papel muy importante en la misma. Si bien la administración Trump rechazó el pedido de intervención directa en el conflicto que realizó Israel en los últimos días, el 16 de junio convocó al Consejo de Seguridad Nacional y se retiró anticipadamente de la Cumbre del G7 en Canadá, dando cuenta de una escalada aún mayor donde se considera el accionar de EEUU.

Por otro lado, EE. UU. ha comenzado una movilización militar más amplia en la región. Cuenta con bases militares en varios países del Golfo, como Qatar, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Arabia Saudita, y la V Flota presente en el mar Arábigo también es un instrumento importante a nivel regional. En este contexto, desplegó dos buques de guerra en el Mediterráneo Oriental, acercándolos notablemente a las costas de Israel, movimiento que podría interpretarse como una señal de respaldo estratégico. Además, entre el domingo 15 y el lunes 16, aviones cisterna partieron de EEUU con destino a Medio Oriente y Europa. La meta de dichas acciones es aumentar su capacidad de disuasión frente a amenazas, así como garantizar una respuesta rápida en caso de una mayor escalada de tensiones entre las partes. De esta forma, no sólo consolida su tradicional rol en la venta de armas, sino que también juega un papel clave en la securitización de la región.

A nivel discursivo, figuras clave del Partido Republicano como Donald Trump y Marco Rubio han endurecido sus posturas hacia Teherán. Trump, incluso, ha utilizado el ataque como plataforma para reforzar su narrativa electoral de «mano dura», mientras que Rubio sostuvo que “la única manera de disuadir a Irán es demostrar fuerza y voluntad de actuar con contundencia”. Estas declaraciones no sólo agudizan la polarización política interna, sino que también complejizan el marco diplomático en el que EE.UU. intenta mantener negociaciones con potencias regionales.

Además, Marco Rubio alegó que su máxima prioridad es defender a las tropas estadounidenses en la región, y el gobierno ya urgió a los nacionales que se encuentren en territorio iraní -o en Medio Oriente- a mantener la cautela y retirarse inmediatamente del mismo. Por otro lado, EE. UU. considera que Israel actuó en función de sus intereses de seguridad nacional y defensa, y que Irán no debe atacar ni los intereses ni el personal estadounidense. Caso contrario, podría preverse una intervención y participación directa de la Casa Blanca en el conflicto.

Las negociaciones nucleares y el comercio internacional en la mira

Estados Unidos e Irán se encontraban en negociaciones para llegar a un nuevo acuerdo nuclear, que empezaron en abril de 2025 bajo la mediación omaní. Es necesario recordar que Trump se retiró en 2018 del acuerdo alcanzado durante la administración Obama, calificándolo como “el peor acuerdo de la historia”, por lo que las conversaciones sostenidas entre las partes reemplazarían al mismo. Si bien algunos países expresaron la necesidad de llegar a una resolución -como Arabia Saudita, que le aconsejó a Irán seguir en las negociaciones-, Israel se opuso fervientemente a las negociaciones, ya que considera que Irán no debería tener un programa nuclear y que es una amenaza a su seguridad y a la región.

Sin embargo, en el contexto de los ataques por parte de Tel Aviv, Irán se retiró de las negociaciones con EE. UU. el viernes 13 de junio. La sexta ronda estaba programada para el domingo 15 de junio en Mascate, Omán. El Ministro de Relaciones Exteriores iraní declaró que Teherán no participaría hasta que Israel cese sus ataques. Por su parte, Trump advirtió que, de no firmarse un acuerdo, “vendrían ataques peores”. Al igual que su homólogo israelí, considera que el país persa no debería poseer armamento nuclear y señaló todos los líderes iraníes que se opusieron al acuerdo fueron asesinados en los ataques ejecutados por Tel Aviv. El 16 de junio elevó el tono de su mensaje a través de la red social X, al declarar que “America First significa muchas cosas, incluyendo el hecho de que Irán no puede tener un arma nuclear”.

Por otro lado, Irán amenazó a la Casa Blanca con bloquear el paso por el estrecho de Ormuz, lo que afectaría gravemente el comercio internacional y el suministro de petróleo -que, vale destacar, ya aumentó su precio entre un 8% y un 12% a raíz de la conflictividad y de que Irán es un país productor de petróleo. Por Ormuz pasan más de 20 millones de barriles diarios, constituyendo un tercio del comercio marítimo petrolero. Los países más afectados serían los asiáticos -como China-, que dependen del crudo que atraviesa este paso marítimo.

El desgaste del liderazgo global estadounidense

La reciente ofensiva israelí y el consecuente quiebre de las negociaciones nucleares con Irán redujeron significativamente la posición de EEUU como mediador en la región. Se suma, también, la incapacidad de mediar entre Rusia y Ucrania para ponerle un fin a la guerra. El debilitamiento de la capacidad negociadora de EEUU bajo la administración Trump contrasta con la de su predecesor, Biden, quien logró mantener los últimos vestigios de la hegemonía estadounidense en esta línea y que buscó erigirse como un “mediador” de conflictos. El actual mandatario criticó a la administración anterior con el argumento de que habían estallado varios conflictos alrededor del globo, sin lograr mantener él mismo la paz y seguridad internacionales y con una nueva escalada de tensiones en una de las regiones más importantes del mundo, con el potencial de arrastrar al resto de las naciones del MENA y, posiblemente, a las potencias extrarregionales.

Por otro lado, no puede soslayarse la fuerte alineación de EEUU con Israel en el actual conflicto, una relación que no puede entenderse únicamente desde la lógica de alianzas estratégicas-militares, sino que también debe tenerse en cuenta la influencia estructural que el lobby pro-israelí ejerce dentro del sistema político estadounidense. Organizaciones como AIPAC han jugado un papel decisivo en la configuración de la pax estadounidense, mediante el financiamiento a campañas, presión legislativa y hasta condicionando lineamientos discursivos. Este entramado de poder ha contribuido a que cualquier postura crítica hacia Israel sea políticamente costosa, incluso en contextos de ofensivas militares cuestionadas por parte de la comunidad internacional. Además, resulta menester subrayar que si bien se teorizaba sobre un posible distanciamiento de Trump 2.0 de Israel, nada podría estar más lejos de la realidad: el mandatario reafirmó su apoyo a Tel Aviv y declaró que defendería a su aliado en caso de ser necesario. Occidente (entendido en el sentido tradicional: Europa occidental) muestra una clara alineación con Israel, con países como Francia, Alemania y Reino Unido defendiendo el derecho de legítima defensa del Estado judío, y condenando el régimen persa.

Así, podría decirse que la proyección global de EEUU sufre una caída en su credibilidad, donde sus alianzas tradicionales (Reino Unido, Israel) ya no garantizan su capacidad de liderazgo, que se ve cada vez más erosionada en un mundo crecientemente multipolar. Si bien EEUU ya no goza de una hegemonía indiscutida desde la intervención en Irak en 2003, su rol como mediador y negociador en conflictos regionales e internacionales va en declive. El poder blando ya no es el gran competidor que era antes y no logra hacerle frente al poder duro, que cada vez más se erige como la forma de resolver los conflictos, especialmente en la región del MENA.

*Instituto Rosarino de Estudios del Mundo Árabe Islámico – @Iremai_unr

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