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Contar los votos para hablar en serio

El Gobierno insiste con su política económica, e intenta modificar sus acciones políticas. ¿Eso le permitirá llegar mejor a octubre? ¿Dejará de caer en la estima pública? ¿Podrá revertir la derrota en la provincia de Buenos Aires?

Los que creen en el programa económico dicen que Milei está cumpliendo con su promesa de pulverizar la inflación estabilizando la economía, y que fue totalmente honesto con sus propuestas de campaña anunciando que se venia un gran ajuste. Es cierto que la inflación disminuyó desde los altos índices del 2023, pero que deje de haber tormenta no significa que deje de llover. Todos los meses los precios suben, pero podríamos darle credibilidad a su promesa de que el año próximo llegará a cero, aunque por ahora más de la mitad de los electores no le cree.

Lo que desbarata el relato de Milei es su promesa de que seria la casta y no la gente quien lo pagaría. La percepción generalizada es que la gente paga el costo y la casta está en el Gobierno.

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Somos repetitivos al comentar que ya no se acepta que el superávit fiscal sea a costa de los jubilados, los discapacitados, el Garrahan, las universidades, las provincias. La derrota en Buenos Aires es la explicación de un repudio al Gobierno, materializado no solo en los votos en contra, sino en el ausentismo de un millón de quienes en 2021 y2023 venían votando al PRO más otros 400 mil que provenían de la Coalición Cívica y el radicalismo, que huérfanos del paraguas común optaron por opciones intermedias. Para la diferencia también influyó que hubiera dos boletas; la de legisladores y la de concejales. ¿Podrán con Espert a la cabeza y la ayuda de Santilli convencer a los que no votaron que ahora sí lo hagan ¿? Y que quienes votaron opciones intermedias voten por LLA ¿De eso depende que el mileísmo pueda ser competitivo. Si no con menor diferencia se repetirá el resultado de septiembre. Pero el Gobierno no depende solo de vencer al PJ de la PBA, sino de la suma de los votos nacionales para intentar avanzar con su programa de reformas. Precisa diputados que voten leyes, no le alcanza con que rechazen vetos. Milei nos ha repetido que el rumbo no se toca.

Ya no se acepta que el superávit fiscal sea a costa de jubilados, discapacitados, Garrahan, universidades o las provincias.

Entonces todo se vuelve incomprensible. Porque lo que está siendo cuestionado es el rumbo. Es cierto que conserva algo más de un tercio de electores, los que siguen creyendo que el sacrificio vale la pena. La mayoría de ellos pertenecen a los sectores medios altos y medios. Los medios bajo han comenzado a entrar en incertidumbre y los bajos están resignados a que nuevamente el futuro no será de rosas. Muchos ausentes en las urnas provienen de población pobre que se había ilusionado con el supuesto anticasta.

En la persistencia del error llegó la temporada de vetos, una repetición de conductas de las cuales solo se puede esperar costos en la estima social y votos. El intento de abrir el diálogo con los gobernadores no va a resolver el problema de las urnas. Aún cuando algunos acepten sentarse a la mesa, sobre todo los que tiene listas conjuntas con el mileísmo, eso no va a evitar que la mayoría que no tiene acuerdos electorales deje de enfrentarlo electoralmente. Aquí el Gobierno cae en su propia trampa. Si abre el diálogo, y supongamos que a pesar de vetar el proyecto de ATN les enviará dinero de préstamos como los del BID, si sus candidatos no dejan de criticar a los gobernadores, estos no tienen más alternativa que intentar vencer al mileísmo. Y si los mileístas dejan de criticarlos los votos irán hacia los gobernadores. Si hay diálogo en serio será después del día de la elección, una vez que se hayan contado los votos. Salvo que al Gobierno le vaya muy bien, esto no será fácil. Después de octubre ya se piensa en 2027. Tanto el peronismo como los gobernadores del centro quieren el sillón de Rivadavia.

*Consultor y analista político.

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