El estudio de Yann Le Bras no parece el de un abogado. Al menos el de uno de la Argentina. En las paredes los cuadros que cuelgan no muestran títulos sino obras de arte. Un original de Jean Cocteau, una lámina de Keith Haring junto a un billete de dos dólares intervenido por Andy Warhol y fotos de AFP que retratan casos criminales de diferentes épocas de Francia. En la biblioteca, ningún libro de derecho a la vista. Arte y literatura.
Le Bras, además de abogado y amante del arte, es judoca. Compitió federado y ahora es juez en la Federación Francesa de Judo. Le gusta el deporte. Se nota. Fue presidente del Club du Palais de rugby de París, entre 2004 y 2007. Ahora está en el centro de la escena porque representa a la familia de Federico Martín Aramburú, un Puma que en 2007 se colgó la medalla del tercer puesto en el Mundial de aquel año.
A Martín Aramburú lo mataron el 19 de marzo de 2022. Radicado en Biarritz, estaba en París con su socio y amigo, el también ex jugador Shaun Hegarty. Habían fundado una empresa de turismo con sede en Biarritz que organizaba tours de tinte deportivo, con contingentes que deseaban ver rugby o fútbol fuera de esa ciudad. Veía en el Mundial de Rugby que está por terminar, una oportunidad para que el negocio creciera. Después de un día de reuniones y una cena en un restorán argentino, recaló en un bar cercano en el que encontró la muerte.
Martín Aramburú salió de CASI y se convirtió en el Puma #623 cuando fue convocado por primera vez a la Selección Argentina en abril de 2003 para enfrentar a Chile. En el Mundial 2007 fue titular en dos partidos, ante Georgia y frente a Francia, en el que consiguieron el podio. Tenía como compañeros a dos miembros del actual cuerpo de entrenadores, Felipe Contepomi y Juan Martín Fernández Lobbe.
Los asesinos de Martín Aramburú no son personas del montón. Son dos militantes de un grupo de extrema derecha y están presos a la espera de una sentencia. Hay una tercera persona involucrada, una mujer, que recuperó la libertad, pero que también será juzgada por complicidad en la emboscada fatal.
Para explicar el asesinato, hay que remontarse a un episodio anterior a la brutal balacera. En el bar, dos personas comenzaron a increpar a otra con insultos racistas y xenófobos. Aramburú y su socio intervinieron y de los gritos pasaron a las piñas. Hubo una pelea que los empleados de seguridad desactivaron, pero que se reanudó afuera, con extrema violencia. El ex Puma quedó tendido en el suelo.
Le Bras en su despacho en París, dónde recibió a Clarín. Fotos Emmanuel Fernández/ Enviado especial Una vez disipada la pelea, los socios pasaron por un hotel a pedir hielo para las contusiones y, tras volver a la calle, fueron emboscados por un jeep del que se bajaron los dos agresores del bar. Cuatro balazos de Romain Bouvier y seis de Loïk Le Priol, tres de ellos por la espalda.
Los dos son miembros de una célula de ultraderecha francesa Groupe Union Défense (GUD). Le Priol, además, fue separado de las fuerzas armadas de Francia con estrés post traumático luego de participar en misiones en Medio Oriente. Por una condena anterior por violencia, los dos atacantes no podían estar juntos ni regresar a París. Mucho menos estar armados.
Tras las detenciones -primero la de Bouvier y luego en Hungría la de Le Priol-, la estrategia de sus abogados embarró la cancha. Además, la familia de Bouvier es influyente en el círculo judicial. La coartada es burda: que se defendieron del ataque de los ex rugbiers.
“Mi cliente no desea hacer más declaraciones que las que hizo durante los debates ante el juez. Sufre amenazas de muerte explícitas, especialmente por parte de personas que afirman formar parte de la comunidad vasca, de la extrema izquierda y de la ultraizquierda”, afirmó el abogado de Le Priol, Xavier Nogueras.
En Francia existe un ley de portación de armas que beneficia a la delincuencia: las de colección, se pueden adquirir libremente. Las que usaron los asesinos eran de ese tipo, pero modificadas. Parte de la defensa de los acusados es demostrar que las armas de fuego eran de colección, categoría D. Sin embargo los peritos determinaron que eran de clase B, armas de caza.
Federico Martín Aramburú, ex jugador de Los Pumas asesinado en Paris. Foto: Sebastián AlonsoPor la alevosía, la premeditación, la carga ideológica del crimen y los antecedentes de los imputados, todo indica que en el peor de los casos la pena que podría pronunciarse sobre el final del primer cuatrimestre de 2025 sería de 30 años. En el mejor escenario, perpetua.
En algunas semanas se realizará una reconstrucción de los hechos que cerrará la etapa de investigación. Luego, los alegatos finales, para que los jueces emitan entre febrero y marzo de 2024, el auto de acusación que se interpone en el Tribunal Penal y luego hay un plazo de un año para fijar la sentencia.
En su estudio frente a la Plaza de la República, Le Bras responde las preguntas de Clarín y las consideraciones sobre el grupo de ultra derecha y su proceder. “Tienen un modo de funcionamiento intelectual, psicológico, de un supremacista que no soporta que lo toquen. No podemos entender que decidan utilizar las armas. La pelea es trivial y ya había terminado. No había amenazas, ya no había peligro. Decidieron continuar, encontrarlo, detenerse y disparar inmediatamente”, relata.
Le Bras es optimista con el rumbo que tomará la causa. Foto: Emmanuel Fernández / Enviado especial -¿Es fácil o difícil enmarcar el caso para que reciba la pena máxima?
-Para la justicia, el caso es, en última instancia, relativamente sencillo porque está respaldado por muchos elementos que confirman que efectivamente se trata de un asesinato. Pero cuando nos enfrentamos a la pena máxima, también debemos aceptar que quien se defiende intentará, como quien se está ahogando, dar manotazos e intentar luchar inventando historias que no se sostienen y que, en última instancia, pueden terminar de empujarlo.
-¿Cuales son esos elementos?
-La brigada criminal de la Policía Judicial de París hizo un enorme trabajo para mostrar lo que pasó. Recogieron todos los vídeos de las cámaras de la policía, bancos y empresas para analizar la escena. Recogieron testimonios para comprender por qué una simple pelea en un bar entre hombres adultos desembocó en una persecución y homicidio. El primer tirador disparó cuatro balas en cuatro segundos a la altura del hombro y el segundo, un minuto después, disparó seis balas en cuatro segundos. Fue una ejecución, un homicidio con premeditación.
Le Bras considera que los argumentos de los asesinos son «burdos y obscenos». Foto: Emmanuel Fernández / Enviado especial -¿La defensa se centra en que fue la consecuencia de una pelea?
-La pena que intentan evitar es la cadena perpetua y (para ellos) todos los medios se vuelven oportunos para intentar derribar las pruebas. Así que nos enfrentamos a argumentos que consideramos insatisfactorios, que el fiscal y los jueces, sin duda, consideran insatisfactorios. Ellos dicen: ‘Los jugadores de rugby nos atacaron’ y los jugadores de rugby no tenían armas ni bates de béisbol ni rifles. La secuencia de disparos es una demostración de determinación. Todo está dirigido. No hay lo que los militares llaman un disparo de advertencia (al aire). O uno al costado, como los cowboys del Lejano Oeste. Todos los disparos van dirigidos. Sus argumentos son odiosos y obscenos.
En el estudio de Le Bras esperan una condena ejemplar que alcance, con otra figura, a quien era la novia de uno de los tiradores y manejaba el vehículo en el que salieron a buscar a Martín Aramburú. Sabe más de lo que dice, pero no puede darlo a conocer bajo un estricto secreto de sumario. Sin embargo se muestra optimista. “El rugby tiende puentes y la ultraderecha muros”, dice a modo de reflexión y tal vez vea en el desenlace de un crimen, doloroso para la familia del ex Puma, un golpe a la estructura ultra derecha que tiene, solo en 2022, otros siete asesinatos impunes.