Gustavo Cisneros camina por el campo de entrenamiento de Fenix en Moreno. Viene de una noche larga, pero no pierde las fuerzas ni la sonrisa, da indicaciones, motiva, nada lo detiene. Sentía que era clave estar junto a sus dirigidos este domingo y les pidió que resignaran su día libre para entrenar. «No pasé una gran noche. A partir de las 30 o 40 horas después de las quimioterapias se vive el día más crítico porque empiezan los efectos adversos«, le cuenta a Clarín en medio de la práctica.
Hace un par de semanas, el director técnico fue a realizarse su chequeo médico anual, sin síntoma de por medio y ningún factor que lo preocupara. La intención era irse a dirigir la pretemporada con todo bajo control. Sin embargo, cuando los estudios arrojaron algunos valores por encima de la media, notó que algo funcionaba mal nuevamente. Aquel partido que supo ganar tres años atrás, con todos los diagnósticos en su contra, había regresado en el momento menos oportuno. «Se despertó la enfermedad, las células cancerígenas se entraron a mover nuevamente en el páncreas y están haciendo mucho daño«, volvió a escuchar.
Gustavo Cisneros recibió otro baldazo de agua fría. Tan solo siete días atrás había comenzado su segundo ciclo como entrenador de Fénix y se ilusionaba con un nuevo paso como DT por la B Metropolitana. En su cabeza solo merodeaban cuestiones tácticas y la felicidad de volver a dirigir en el país luego de varias temporadas en Perú, donde fue diagnosticado de cáncer de páncreas por primera vez. Y sin haber debutado oficialmente, ya había comenzado a disputar su partido más importante.
Una mezcla de enojo con extrañeza lo invadió. No quería fallarle a sus nuevos jugadores ni a los dirigentes, con quienes guarda una gran relación y se muestra agradecido de que hayan confiado en su trabajo para que continúe su extenso recorrido por las aguas del ascenso argentino, que tanto conoce desde hace 26 años.
Tampoco lograba comprender como aquel tumor de 11 centímetros que había sido reducido por completo, luego de 14 sesiones de quimioterapia en 170 días, logró aparecer nuevamente cuando parecía ser cosa del pasado. Es así como decidió aferrarse a su pasión: «Voy a seguir dirigiendo hasta que el cuerpo me dé, es una decisión de vida«.
A pesar de la insistencia de sus padres, de 78 y 81 años, para que Gustavo se dedique por completo a su salud, no lograron su cometido. La decisión personal ya no tiene retorno.
«No te enojes», le dijo Miguel Ángel Russo a Gustavo Cisneros. Y así sigue luchando. Foto: Mariana Nedelcu Así, Gustavo Cisneros se sumó a la pretemporada en San Cayetano. Además, cuando debía ser internado por 48 horas para realizarse estudios que descarten una trombosis, le pidió a los médicos retrasar su llegada al Sanatorio Anchorena para poder dirigir la segunda fecha del torneo que terminó en 0-0 contra Cañuelas. Finalizado el encuentro, se dirigió directamente al centro médico y, afortunadamente, los resultados fueron positivos.
Un nuevo acto de amor por la pelota ocurrió el pasado viernes: se sometió a sus dos primeras sesiones de quimioterapia de las 12 totales que se estiman, las cuales fueron agendadas lo más temprano posible para decir presente a las 17.00 en la cancha de Los Andes. Le había prometido a todo el plantel que estaría dirigiendo desde el banco de suplentes. Y no les falló a ellos ni a la profesión a la que le dedica todo de sí mismo.
Hoy martes, Fénix recibe a Midland. No hay nada que lo detenga a Gustavo. A raíz que le delegó la práctica matutina del sábado a su ayudante de campo para quedarse reposando en su hogar, decidió cancelar el día libre y convocó al plantel a entrenar también el domingo. Por eso acá están los jugadores del Albinegro, el DT y Clarín que dice presente en el entrenamiento para acompañarlo.
Cisneros cuenta que tuvo una noche complicada y que después del primer día, la quimio produce un verdadero terrmoto adentro de su cuerpo: «Pero consideraba que era muy importante estar acá con los chicos más allá del esfuerzo sobrehumano«, afirma, con una sonrisa imborrable en su rostro, mientras mira de reojo a sus jugadores a las órdenes de los preparadores físicos.
Gustavo recibió el apoyo de su esposa y de sus cuatro hijos, además del consentimiento de su oncólogo para seguir trabajando y no abandonar esta profesión que tanto disfruta.
«El médico me dijo que iban a hacer todo el esfuerzo posible en coordinar cada sesión de quimioterapia para que no coincida con días de partido. Considera que desde lo mental me va a hacer muy bien seguir con el grupo. Iré viendo después cuándo ir y cuándo no a los entrenamientos», afirma.
El plantel cumple con los trabajos físicos ordenados. Foto: Mariana Nedelcu – CLARIN.«Fe, huevo y amor» es la receta que Miguel Ángel Russo, que padeció cáncer de próstata entre 2017 y 2018, le aconsejó al entrenador de 55 años para superar su primer cáncer. Ahora, la fórmula no cambia, sino que la aplica para todo lo que sea necesario: para ausentarse lo mínimo posible a las prácticas, coordinó con su ayudante Damián López para que cada día de entrenamiento lo pase a buscar por su domicilio y así asistir juntos. Esta vez no fue la excepción.
Ni bien llegó al predio ubicado a las afueras de la localidad de Moreno, Gustavo preguntó por el estado de sus jugadores lesionados. Acto seguido, formó una ronda con sus futbolistas para encabezar la charla inicial. De pie, a pesar de los dolores físicos que lo aquejaban y una invasión de mosquitos que azotaban sobre las canchas, dialogó fervientemente con el grupo: arengó al plantel a seguir mejorando, dio indicaciones, habló con su cuerpo técnico y le recomendó a los jugadores aprovechar la visita del médico para chequear cualquier molestia física. En su caso, pareciera no existir mal alguno que lo lleve a dejar el buzo de entrenador.
Valeria, escucha atentamente a su costado. Es su fiel compañera y «sostén de vida», según la describe Gustavo. No solo es su esposa y madre de sus cuatro hijos, sino que también desde 2020 forma parte del cuerpo técnico como psicóloga y coaching deportiva.
«Iba a sumarme al equipo en marzo, pero esta situación imprevista generó que empiece de forma inmediata. Es algo que los jugadores necesitan hablar», explica.
La salud de Gustavo es de los únicos temas de conversación que tocan los jugadores. Mientras aguardaban el inicio del entrenamiento, le consultaron en más de una ocasión a Valeria cómo estabasu esposo. «El plantel está bancando la situación, yo siempre fui sincero con ellos y es un grupo que tomó mucha identidad. Si hubiese sabido de esta situación antes de firmar, no los hubiese comprometido«, reconoce Cisneros.
Gustavo y Valeria, con la vestimenta del club, juntos a todos lados. Foto: Mariana Nedelcu – CLARIN.-¿Cómo influye el fútbol a la hora de lidiar con la enfermedad?
-El apoyo que recibo y el fútbol hacen las cosas más fáciles a la cabeza. Tenerla ocupada, estar pensando en quién juega, quién no y armar los entrenamientos me ayuda porque no estás todo el tiempo pensando en la enfermedad. Además tengo a Valeria que no se le pasa un minuto de cada medicación que tomo, incluso de madrugada. Teniéndola a ella es más llevadero. Estoy más cuidado. Es una enfermedad que desgraciadamente la transita toda la familia. Y eso es lo que le duele a quien la lleva, por el sufrimiento de sus seres queridos.
-¿Tu decisión de seguir trabajando se relaciona con ello?
-Lamentablemente cuando a uno le dan un diagnóstico de cáncer modifica todo: lo social, lo económico, lo emocional y lo familiar. Yo creo que si ellos me ven a mí disfrutar y hacer el esfuerzo de estar en el entrenamiento, también a ellos les saca un poco esa tristeza de estar peleando contra esta porquería de enfermedad. Siento que los ayudo a ellos. El otro día salí de las quimioterapias y me fui a la cancha. Me dio una locura porque lo pagué físicamente después, pero eso no me lo quita nadie. No duermo de la mejor manera al tener vómitos, diarrea y dolor de cabeza. Pero me vine igual al entrenamiento.
A pesar que esta vez el cáncer supo ser detectado con mayor antelación que en 2021, cuando dirigía en Perú y se creía que una piedra en el riñón era la causa que llevó a Gustavo a un estado crítico, considera que este nuevo partido es «menos peligroso, pero más doloroso«. Es que ahora, además del tumor en el páncreas, todos sus ganglios linfáticos fueron tomados.
Como consecuencia, su pierna izquierda se hinchó, le impide utilizar pantalones largos y su movilidad disminuyó. Además, según la experiencia pasada, el entrenador estima que a partir de las próximas sesiones de quimioterapia comenzará a sufrir la pérdida de cabello y una mayor hinchazón por culpa de los corticoides. Sin embargo, Cisneros ratifica: «La primera condición de vida es no aflojar«.
La dificultad sobre los ganglios tampoco le resulta a Gustavo un impedimento para ejercer aquello que ama. Siempre encuentra una solución. Luego de mantenerse de pie por un extenso lapso de tiempo y manifestar severas dolencias sobre su pierna, decide hacerse a un costado del campo, sentarse pegado a la línea de cal, y continuar observando la práctica desde otro ángulo.
Gustavo Cisneros charla con sus ayudantes y piensa en el próximo partido de Fénix. Foto: Mariana Nedelcu – CLARIN.El amor es lo primero que Cisneros considera primordial para mantenerse firme. «A veces por la situación de no estar bien físicamente es complicado dividir la cabeza en dos. Pero a los chicos les digo que del corazón estamos perfectos. La dificultad puede ser lo físico. El trabajo es al cien por ciento y el tratamiento también», sostiene.
«A las quimios se va con amor«, es la frase que también le regaló Russo y la coloca por encima de todo a la hora de referirse a su tratamiento. La escuchó por primera vez en una de las tantas conversaciones que supieron mantener años atrás y ahora retomaron nuevamente. Es que, el técnico de Rosario Central volvió a contactarlo apenas se enteró de la noticia.
«Me dijo ‘no te enojes, hay que arrancar de cero. Dale, metele con cabeza, seguí trabajando’. Hace hincapié en que no me enoje porque al ser la segunda vez, uno tiende a enojarse con la vida», revela Gustavo acerca de su intimidad, en la que llegó a considerarse un «ingenuo por pensar que había superado la enfermedad«.
Y la lista de figuras del fútbol que no dudaron en marcar el teléfono de Cisneros se extiende: Néstor Lorenzo, Gustavo Alfaro, Pedro Troglio, el cuerpo médico de Marcelo Gallardo y de Cruzeiro son algunos de los tantos casos que Gustavo recuerda con emoción y alegría a la vez. Tampoco ocultó su asombro ante los aplausos que recibió en el estadio de Los Andes cuando nunca estuvo ligado con su historia.
Cada mensaje, ya sea de un colega como de un usuario de las redes sociales, es un pequeño mimo para Cisneros. Se convierten en el engranaje que enciende su motivación. Confiesa que siempre lee todo cada vez que el cuerpo se lo permite, tratando de responder al menos con un emoji de un corazón o pulgar para arriba, sus dos preferidos.
Gustavo Cisneros, junto a uno de sus jugadores lesionados, observan atentamente la práctica de fútbol. Foto: Mariana Nedelcu – CLARIN. -¿La enfermedad te hizo ver el fútbol de otra manera?
-Yo antes me enojaba mucho por algunos resultados. Aprendí a que no duela tanto una derrota y a tampoco llevar al exceso los festejos por un triunfo. Cuando te toca pasar por esta situación, uno se da cuenta que no hay nada más importante que tener salud. Considero que uno va evolucionando como técnico a medida que suma partidos. Entonces ya busco que todo partido sea analizable y para mejorar. Fénix es un club con chicos jóvenes, en el que no tenemos el mismo presupuesto que otros clubes de la categoría, pero estamos para luchar de acuerdo a las exigencias del torneo. A los chicos les digo que esto no tiene que afectar de lo emocional en cuanto a lo deportivo, no creo que el jugador corra más o corra menos por saber que yo estoy en esta situación.
-¿Tratás que los jugadores lo vean igual?
-A veces los chicos vienen enojados por no jugar o por cosas del juego, pero siempre les digo que la vida a veces pasa por otro lado, que son privilegiados de formar parte de un grupo profesional. Entonces les pido que vengan con la felicidad de tener salud, ser jóvenes y saber que son profesionales. Porque sin salud, no somos nada.
Sin embargo, por experiencia propia, Gustavo desea que sus enseñanzas no solo queden dentro de un vestuario, sino que lleguen a aquellos que «consideran una pérdida de tiempo ir al médico o sacar un turno». Por eso forma parte de una ONG a la que brinda sus testimonios y participa en la búsqueda de una cura contra esta enfermedad.
«Yo también veía innecesario algunos chequeos, hasta que a los 52 años me enteré que en lugar de una piedrita en el riñón tenía un tumor de 11 centímetros. Nunca fumé ni tomé alcohol, estoy dedicado al deporte desde los ocho años, nadie está excepto de esta enfermedad maldita que está en todo el mundo«, articula Cisneros, con la voz resquebrajada mientras sus jugadores se empiezan a calzar los botines para iniciar la práctica táctica.
El cuerpo técnico del club Fénix posa luego de la sesión matutina de entrenamiento. Foto: Mariana Nedelcu – CLARIN. Las analogías entre el fútbol y su enfermedad resultan moneda corriente en Gustavo. Se trata de un vocabulario que mamó desde pequeño. «Es la forma en la que hablamos nosotros (los técnicos)», admite. Bajo esos términos es como en su momento, cuando el tumor había aparecido por primera vez, describió la situación como «estar perdiendo 2-0 con dos jugadores menos«. Sin embargo, su lucha le permitió dar vuelta ese resultado.
Ahora, analiza su momento desde otro contexto. «Es como haber agarrado un equipo en descenso directo al que le toca remarla para salir. Porque fue algo inesperado, donde uno tenía la ilusión que era un tema del pasado, donde llegué a padecer una biopsia que me desangró y un lavado de vejiga. Quien dice que el cáncer no duele, no es así. Ahora padezco lo mismo, por suerte sin someterme a otra biopsia, pero con otro tipo de dolor», confiesa.
-¿Puede ser tomada esta situación también como el partido de vuelta de una definición?
-Al menos al ser de vuelta, conozco de que se trata y estoy seguro que existe un tratamiento que ya me fue efectivo en su momento. Contra esta enfermedad no te podes relajar. Si perdés la cabeza o tenés miedo, te mata. Es ir a cada quimioterapia como me dijo Miguel: con amor. Pasé varias quimios muy difíciles en los que tuve que parar la bomba, llenarme de antialérgicos para seguir y firmar consentimientos para drenarme una droga durísima.
Síntomas de unión y afecto son los que merodean por el predio de Fénix. Los jugadores confían en la mano de su entrenador. Reconocen que no es una situación común de vivir, pero el mensaje dentro del vestuario es uno: acompañarlo y apoyarlo en recompensa por su esfuerzo.
Así lo demostraron al desplegar una bandera sorpresa previo al partido contra Cañuelas en forma de rezo. «Este partido lo ganamos entre todos: jugadores, hinchas, CD. Todo Fénix está con vos, Virrey«, manifestaba.
El cuerpo técnico sigue el mismo camino. A pesar que el entrenamiento finalizó y todo el plantel ya se encontraba apto para regresar a sus hogares, decidieron sentarse en el quincho del predio a escuchar mediante un celular una entrevista televisa que le realizaban a Gustavo. En silencio, simplemente dibujaban livianas sonrisas en referencia a algunas frases de ánimo que esbozaba el entrenador del equipo.
Apoyo virtual: el cuerpo técnico de Fénix observa una entrevista que le realizan a Gustavo. Foto: Mariana Nedelcu – CLARIN.Cisneros eligiría nunca haber recibido los diagnósticos que confirmaban la presencia de un tumor en su cuerpo, claro está. Pero que esta segunda vez suceda en Argentina genera una pequeña diferencia que se encarga de explicar: «Cuando me agarró en Perú fue todo muy crítico porque fue en pandemia y no había forma de regresar al país. Estuve internado durante veinte días y en ese caso el tumor era sangrante. Ahora estoy más respaldado, trabajando acá, aunque muy medicado por el dolor. En Perú estaba muy solo, con mi familia preocupada».
Aquella vez asegura haber sido «salvado por Arsenal de Sarandí y Sergio Huevo Rondina«, quien visitó Perú para jugar un partido de Copa Sudamericana y logró traer a Gustavo de regreso a Argentina con el resto del plantel.
La financiación es otro factor que transforma a la situación más llevadera. Cada día de internación en la nación incaica tenía un costo de 1.200 dólares y todo salía de su bolsillo. En esta ocasión, tiene la posibilidad de contar con una obra social que cubre todo las sesiones de quimioterapia, aunque solamente se hace cargo de un 40 por ciento del valor de los medicamentos.
«Vamos a posar todos para una foto grupal y ya los dejamos liberados«, expresa uno de los ayudantes al resto del plantel ante el pedido de Clarín. Los jugadores al enterarse sonríen y bromean entre ellos, contentos por sentir presente aquella identidad que Gustavo buscó crear desde el primer momento de su llegada.
El plantel completo de Fénix, unidos por una sonrisa, despide el fin de semana y se enfoca en lo que viene. Foto: Mariana Nedelcu – CLARIN.-¿Qué es lo que se viene?
-Toca seguir cada paso al pie del cañón. El médico me dijo que hay que arrancar ya y eso hicimos. Le dije que tenía fecha pero lo hicimos igual.
-El fútbol siempre presente…
-De acá no me voy hasta recuperarme, a no ser que me pidan un paso al costado por malos resultados.