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Cómo vive, piensa y siente Faustino Oro, el fenómeno de 10 años que se dio el gusto de vencer a Magnus Carlsen, el número uno del ajedrez mundial

Faltaban poco menos de tres horas para que arranque la acción y mientras los organizadores iban y venían ajustando algunos detalles, había un nene dando vueltas por el lugar. Acomodaba las piezas de una mesa, luego las de otra y las de otra más. Inspeccionaba varios de los relojes con los que cada jugador administrará su tiempo en la partida y las planillas en las que anotarán sus movimientos. Y camina -casi corre, a veces- de un rincón al otro. El ojo ajeno seguramente pensará que es un «intruso», pero no es así. Este salón lleno de tableros donde estaba por arrancar el torneo de ajedrez más importante de la Argentina es su mundo. El mundo de Faustino Oro.

«Quiero jugar. Y faltan como dos horas y media todavía…», le decía a Clarín, sin quedarse quieto, dejando entrever una mezcla de ansiedad y nerviosismo y de ganas de que llegue el momento para empezar a mover las piezas.

Fausti, por entonces tenía 9 años recién cumplidos y era un prodigio. Lo sigue siendo. Empezó a jugar online en plena pandemia y hoy se convirtió en el chico de la tapa de los diarios tras vencer a Magnus Carlsen en un partida «bullet».

«No me gusta charlar ni las notas. Quiero jugar», repetía enfundado en un buzo verde militar y zapatillas negras. Igual se prestaba a la conversación. «Me divierte jugar. Más que hablar. Me gusta ganar», avisa.

Faustino comenzó a jugar durante el confinamiento de 2020.  Foto Emmanuel FernándezFaustino comenzó a jugar durante el confinamiento de 2020. Foto Emmanuel Fernández-¿Y cuando perdés no te divierte?

-Igual. Hay que recuperarse y en la siguiente tratar de ganar.

Alejandro, su papá y también ajedrecista, le contaba a Clarín que antes de la pandemia de coronavirus, Faustino lo veía jugando al ajedrez y le decía «¡Qué aburrido!». Él prefería el básquetbol, que practicó durante un tiempo, y el fútbol, que estaba por empezar a jugar justo cuando se decretó el confinamiento, que terminó cambiándole la vida.

Es que después de un algunos meses de encierro, mamá Romina le sugirió a su esposo que le enseñara ajedrez, con la ilusión de distraerlo y evitar que le destrozara el living con la pelota. Alejandro le explicó las reglas básicas, le mostró cómo se movían las piezas y le abrió una cuenta en la plataforma Chess.com, la más popular del mundo, para que empezara a jugar. Igual a Fausti el nuevo deporte no lo enganchó enseguida. 

«Este juego es muy difícil», le dijo a su papá una semana más tarde, cuando había perdido buena parte de los 800 puntos con los que había arrancado. «Es un juego para pensar», le contestó Alejandro. Y le propuso un desafío: por cada 100 puntos que ganara, le darían un premio.

Faustino Oro, cuando tenía 9 años recién cumplidos.  Foto Emmanuel FernándezFaustino Oro, cuando tenía 9 años recién cumplidos. Foto Emmanuel Fernández«Unos días después, me dice: ‘Subí 100 puntos, tengo premio’. Fue una pijamada. Y en una semana me pidió premio tres veces. Es muy difícil subir puntos en la plataforma. Imaginate que los mejores jugadores tienen 3.200. Si subís de a 100 puntos cada dos días, llegarías muy rápido. Por eso pensé ‘¿Qué estará haciendo?’«, recuerda Alejandro.

Entonces se conectó para ver una partida online y se sorprendió cuando su hijo realizó una jugada que ni él mismo, con 30 años de ajedrecista, habría hecho en esa partida. Le mostró el video a su papá, por entonces el mejor jugador de la familia, quien le dijo: «Con un mes de ajedrez, eso no es normal«. Ahí comenzó la historia de Fausti con los tableros.

Un crecimiento inusual

Al principio, todavía en plena pandemia, fue todo online. Y relataba su papá que los rivales no creían que estaban jugando contra un nene de 7 años o sospechaban que podía estar recibiendo ayuda. Pero en poco tiempo todos en el ambiente del ajedrez sabían quién era Fausti. Porque además quiso empezar a transmitir en vivo sus partidas en su canal de YouTube (no lo hace más desde hace un tiempo) y eso lo hizo más conocido.

Con el final del confinamiento pudo empezar a jugar partidas presenciales. Y aunque ya no era un desconocido, resultaba curioso ver cómo sus oponentes, mucho más grandes y experimentados, sufrían y transpiraban pensando que podían perder con él.

Hoy es uno más. A nadie le sorprende verlo derrotar a jugadores de jerarquía.

Alcanza con un solo dato estadístico para darse cuenta de que lo que consiguió Faustino: fue el jugador más joven de la historia en llegar a los 2.100 puntos de ELO (hoy tiene 2.330).

Carlsen, número uno del mundo aunque ya no más campeón mundial por decisión propia, apareció por primera vez en el ranking en abril de 2001, con 11 años y 2.064 de ELO. Hoy tiene 2.830. El indio Dommaraju Gukesh, tercera persona más joven en lograr el título de gran maestro; el iraní Alireza Firouzja, el de menor edad en alcanzar los 2.800 puntos; y Arjun Erigaisi, también de India y quien se convirtió en gran maestro a los 14 años, tenían entre 1.700 y 1.800 de ELO a la edad de Faustino.

Alejandro aseguraba que no sabe cómo su hijo aprendió a jugar tan bien tan rápido. Admitía que desde chiquito hacía cosas que para él eran normales y para otros, no. Armaba, por ejemplo, el cubo mágico en dos minutos y medio cuando tenía 3 o 4 años. Pero también afirmaba que «lo de Fausti es súper normal en la mayoría de las cosas». Por eso cuando vio que su hijo tenía un talento especial en el tablero, lo anotó en el club Torre Blanca y le propuso empezar a tomar clases para ir puliendo sus habilidades.

No fue fácil dar con el profesor adecuado. El primero que contactaron lo aburrió porque, al verlo tan chiquito, lo hizo empezar de cero. Y Fausti fue claro: ni siquiera quiso conectarse a la segunda clase.

Pero una vez que encontraron los que lograron interesarlo -primero, Jorge Rosito y Daniel Pérez, después Leandro Perdomo, todos destacados maestros del ajedrez argentino, además de Fabián Fiorito, su entrenador en Torre- se fue enganchando cada vez más. Y, tal vez motivado por su inquietud natural, fue aprendiendo y mejorando muy rápido.

Ajedrez y fútbol, de la mano

Cuando empezó a jugar, durante la cuarentena, se pasaba horas frente a la pantalla, compitiendo online todo el día. «No me aburría», aseguraba. Entonces, jugaba instintivamente. No pensaba demasiado las movidas, porque una de sus principales virtudes es entender dónde deben ir las piezas y cuál de las muchas jugadas posibles es la mejor para cada situación. En ese momento, mientras las jugaba, relataba las partidas como un partido de fútbol y gritaba las victorias como goles. Es que ese es otro deporte que lo apasiona.

Faustino Oro es el jugador más joven de la historia en llegar a los 2.100 puntos de ELO.  Foto Luciano Godoy/Prensa FADAFaustino Oro es el jugador más joven de la historia en llegar a los 2.100 puntos de ELO. Foto Luciano Godoy/Prensa FADA«En el colegio tengo fútbol los lunes y es lo que más me gusta. También me gusta Lengua, Plástica y Gimnasia, mi preferida. Y Matemática. Soy bueno en Matemática por el ajedrez», comentaba Faustino, que cursa el tercer grado en la Escuela San José de Calasanz de Boedo.

El fútbol es también su distracción preferida. «A la Play me gusta jugar. Al FIFA, con la Selección Argentina o Vélez. Soy hincha de Vélez. Fui una vez a la cancha, un Vélez-Boca, 0-0, antes de la pandemia», recuerda.

Hoy juega más a conciencia y se toma su tiempo para elegir qué movimiento le conviene, como hacen los jugadores con años de experiencia. En la Liga Nacional de 2022, por ejemplo, le ganó en la sexta ronda a Luciano Quenallata en una partida que duró más de cuatro horas.

«Empezó a las 7 y terminó como a las 11 y media. Quenallata no quería abandonar…», asegura con una mirada pícara quien le está tomando el gustito a las partidas pensadas, aunque no son sus favoritas.

Antes jugaba más intuitivamente, pero hoy Faustino se toma más tiempo para pensar cada jugada. Foto Emmanuel FernándezAntes jugaba más intuitivamente, pero hoy Faustino se toma más tiempo para pensar cada jugada. Foto Emmanuel Fernández«Las rápidas son las que más me gustan», afirmaba antes de mover una pieza del tablero que tiene adelante, como hizo a lo largo de la atípica entrevista.

Sentado en una de las mesas del salón, mientras escuchaba a su papá contar lo que vivieron en los últimos años, jugaba partidas imaginarias contra él mismo. Mueve primero una pieza blanca, luego una negra y arma jugadas. Vuelve todo a su lugar y empieza de nuevo, sumándose de ratos a la conversación. Y así fue compartiendo su historia.

Contaba que le gusta mirar partidas de otros jugadores por Internet; que cuando sea grande quiere ser un ajedrecista profesional; que a veces se pone nervioso antes de jugar y que hace rato que papá Alejandro no lo puede derrotar. «Jugamos hace unos días por un torneo y le gané«, revelaba.

En un momento de la charla, adelanta un peón blanco, para el reloj (que igual no está corriendo, porque no está conectado), mira a su papá y le hace un ademán como diciendo: ‘Dale, juguemos’. Es la señal para cortar la entrevista y dejar a Fausti volver a su mundo.

Al mundo de los tableros, de las torres, los alfiles y los caballos. Al mundo del ajedrez que descubrió hace apenas unos años, pero en el que ya consiguió logros excepcionales para su edad. Y en el que seguramente seguirá brillando durante muchos años más.

Una decisión familiar

Alejandro Oro y Romina Simondi sabían que este momento llegaría algún día. Una decisión de vida, esas que solamente se toman después de pensarlas en demasía, los esperaba tarde o temprano. Ambos contadores con cargos ejecutivos en empresas top se dieron cuenta este año que todo se desencadenaría antes de lo que habían pensado. Llegó el tiempo de la charla final y coincidieron en el tremendo volantazo. Él renunció a su gerencia en Laboratorios Bagó después de 12 años. Ella renunció a la suya en Tecpetrol a un mes de cumplir 21 años en la empresa del grupo Techint. Armaron las valijas y el martes 5 de diciembre de 2023 llegaron a España. Claro que a esta historia familiar le falta un protagonista. El actor central: Faustino, su hijo de 10 años cumplidos en octubre. Es que la familia tomó semejante decisión de vida para que Fausti, el genio precoz del ajedrez mundial, se codee con la elite.

Así como se lee: los Oro dejaron su vida confortable en Buenos Aires en pos del sueño de ese petiso que detrás de sus anteojos esconde una cara de pícaro de novela y que tiene un talento monumental en envase chico. Los grandes maestros argentinos coinciden en que jamás vieron algo igual en sus vidas. Un crack que por escándalo es el número uno del mundo a su edad, que ya tiene una norma de maestro internacional y que a los 10 años le hace frente no solo a cualquier posición sobre el tablero sino que tiene una mentalidad ganadora fulminante.

“Nosotros sabíamos que cuando Fausti pasara los 2.300 puntos de ELO, la única manera que tendría para progresar era jugar contra rivales más duros. Y como en Argentina hay muy pocos grandes maestros que compitan en el país, no hay otra manera que jugar afuera. En España hay muchos torneos y desde acá se achican las distancias de viajes hacia otros países”, le explicaba Alejandro a Clarín en diciembre pasado desde España.

La familia recaló en ese país con una mano atrás y otra adelante, sin trabajos pero con el pasaporte comunitario de padre e hijo. “Nos vinimos con nuestros ahorros y por ahora hacemos de cuenta que estamos de vacaciones, aunque la idea es que yo consiga trabajo acá, porque si bien tengo la chance de trabajar a distancia para Argentina, la diferencia cambiaria no me favorecería”, detallaba Alejandro con crudeza.

Todo el proyecto familiar se basa en el futuro de Fausti, que acaba de terminar cuarto grado en la escuela donde cursaba jornada simple para tener la tarde libre para estudiar ajedrez. “Nos dijimos que si no le damos las oportunidades a Fausti, nació en la familia equivocada -confiesa el padre-. Allá teníamos comodidades y acá podemos prescindir de muchas cosas. La única condición es no desarmar la familia ni que uno se vaya de gira con él por cinco meses y el otro se quede en casa. El objetivo es que pueda desarrollarse. Estando acá es la mejor forma para enfrentarse a rivales mucho más duros para intentar alcanzar la elite del ajedrez. Y para nosotros hubiese sido imposible invertir 3.000 dólares por cada viaje al exterior con él estando en Argentina”.

Sueño cumplido

El pibe maravilla, que tiene todos los gestos de un crack sobre el tablero cuando calcula quién sabe cuántas variantes por jugada, soñaba un solo sueño: quería enfrentar a Magnus Carlsen, el rey de esta era del ajedrez. Solo imaginar que eso sucediera y que se viera por streaming en todo el mundo al noruego de pelo revuelto contra un Fausti arrodillado en la silla contra él simplemente le daba escalofríos.

El sueño se cumplió este domingo en modo «bullet». Oro y Carlsen se enfrentaron en un certamen abierto de partidas ultrarrápidas que se juegan online en las que cada jugador tiene un minuto en total para mover sus piezas e intentar vencer a su rival.

El argentino jugó con piezas blancas y superó el gran maestro noruego en 48 jugadas para redondear un triunfo histórico en su incipiente aventura sobre los tableros.

“Estoy muy contento; una gran alegría para mí porque nunca había jugado contra él”, le dijo Oro a la prensa española tras haber conseguido una victoria que jamás olvidará.

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