Nació en noviembre de 2019 y en tres años y nueve meses vivió en España, Estados Unidos y Serbia, más allá de visitas ocasionales a la Argentina. Sara es una trotamundos en envase pequeño. Como su padre, Facundo Campazzo, acostumbrado a llevar su talento como basquetbolista por el mundo con equipos y con la Selección. Y justo él, encargado de cortarles el paso, el ritmo y el juego a todo base rival que se interponga en su camino, encontró a la única a la que no puede decirle “no”. “Me vuela la cabeza. Aprendo de ella todo el tiempo. No existe el no para Sara. No tiene ningún tipo de prohibición”, le cuenta entre risas al periodista en una charla a la distancia.
“Tanto Sara como Consu (Consuelo Vallina, su esposa) se adaptaron a los viajes y a las mudanzas de un lado al otro. Me gusta mucho estar en casa con mi familia en todo momento. Me permiten estar súper tranquilo para afrontar cualquier situación. Y aprendo más de ellas que de mí -explica-. Mirá cómo será Sara que fue al jardín en Serbia y te habla algo en serbio. En un par de años en España, quiero ver qué sale de la mezcla con el cordobés y el español”.
Se ríe Facu en la habitación del hotel que ocupa en Santiago del Estero, donde esta semana jugará con Argentina el torneo americano clasificatorio a uno de los Preolímpicos, en un camino a París 2024 que se hizo harto díficil para la Selección por no haberse clasificado al Mundial.
Sus últimos cuatro años, a tono con su carrera, fueron una montaña rusa de logros y pocas frustraciones deportivas. En 2019 fue campeón de la Liga y la Supercopa de España con Real Madrid, además de aquella hazaña que fue el subcampeonato mundial con la Selección en China. Ya como padre, ganó la Copa del Rey 2020 y cumplió el sueño de llegar a la NBA. Pero en Denver pasó de titular amado por los hinchas a no ser tenido en cuenta y partir, con la despedida tempranera de Tokio 2020 en el medio. El año pasado recaló 40 días en los Mavericks de Luka Doncic y luego terminó en Estrella Roja de Belgrado. Y en la Selección pasó de ser campeón de la Americup en Brasil a no clasificarse al Mundial en el último partido, en Mar del Plata.
“Pasó muy rápido todo en estos últimos cuatro años con resultados diferentes. Pero siempre me mentalizo para aprovechar cada experiencia. Vengan o no vengan títulos. De cada año me llevé algo. Todo es un aprendizaje constante -asegura-. Siempre se aprecian los títulos, pero aprendés un montón en cada situación que te toca vivir. Y siempre con el compromiso de estar con la Selección”.
-La decision deja de ser difícil cuando disfrutás dónde estás. Así se viven sensaciones buenas. Ya sea cuando me fui a la NBA sabiendo que no iba a tener tanto protagonismo como cuando me volví. Ya sea en los Mundiales o en los Juegos Olímpicos como en este torneo que se viene con la Selección. Sigo jugando al básquetbol en un nivel alto y todas mis decisiones generan una responsabilidad y tienen un precio. Pero yo estoy dispuesto a poner el pecho y a pagar ese precio.
-El subcampeonato mundial en China 2019 fue una hazaña por bajar a potencias con un nivel de juego extraordinario para un grupo joven. ¿Lo sentís de esa manera a la distancia?
-Fue algo increíble, que estaba en la cabeza de muy poca gente. Desde que Luis (Scola, claro) nos juntó y nos dijo que estábamos para ser semifinalistas de una Copa del Mundo, nos hizo creer que podíamos, por más que nos hacía un poquito de ruido. Era un grupo distinto a la generación anterior de “bestias” y había muchas comparaciones, pero él nos puso en la cabeza que debíamos concentrar la energía en la preparación porque pasarían cosas buenas. Confiamos en el objetivo y les competimos a los mejores de igual a igual. Si uno trabaja como se debe, se pueden conseguir cosas importantes.
-Lo teníamos a Luis, claro. Y Manu estaba en la tribuna. Esa generación a la que veíamos por tele de chicos ahora alentaba por nosotros. Disfrutamos mucho ese proceso del primer día hasta el final, incluso perdiendo. Cada uno elegía estar ahí más que en otro lugar. Eso habla del compromiso que tuvimos.
-¿Qué extrañás de la época en la que te metiste en el grupo de “bestias” campeones olímpicos?
-Tuve la suerte de sumarme en Londres 2012 y vivir esa generación fue increíble. Aprendías constantemente. Se extraña estar con esas “bestias”, pero hay que seguir para adelante. Ya pasaron muchos grupos distintos.
-Y justo con el mismo plantel que fue segundo y brilló en China te tocó no pasar la fase de grupos en Tokio 2020. No fluyeron. ¿Qué pasó?
-No podíamos encontrar nuestra mejor versión, como lo habíamos logrado en China. Y cuando no encontrás esa manera que nos caracterizaba y enfrente tenés equipos de mayor nivel, fue muy difícil. Lo intentamos, pero nunca nos sobró nada. No somos los más atléticos ni los más talentosos del mundo, pero se trabajó para encontrar eso. Se debe valorar, aunque el resultado no fue el mismo.
-Fue un golpe muy duro para el grupo. Siempre nos imaginamos competir en el Mundial y cuando llegamos a ese partido final con República Dominicana en Mar del Plata fallamos en el cuarto decisivo. Jugamos mal, la presión se nos vino encima, no supimos dar vuelta la situación y lo pagamos caro. Es parte del deporte. Se gana, se pierde, se sigue adelante trabajando. A la bronca de ver el Mundial desde casa debemos transformarla en combustible positivo para el torneo que se viene. Éste es nuestro Mundial.
-Como líder del equipo desde hace tiempo, ¿te cargás mas peso por lo que pasó? ¿Te tirás más tierra encima?
-No, ya está. Se da vuelta la página. No tiene sentido seguir hostigándonos por lo que no pudimos hacer. Nos demoraría a la hora de crear este grupo. Hay que mirar para adelante. Confiamos en el trabajo y tenemos que plasmarlo delante de nuestra gente.
A fines de abril, Giannis Antetokounmpo patentó esta respuesta a un periodista que le preguntó si la temporada de Milwaukee Bucks había sido un fracaso en la NBA: “¿Conseguís un ascenso cada año en tu trabajo? No, ¿verdad? ¿Entonces cada año que trabajás es un fracaso? No, cada año trabajás para conseguir una meta: un ascenso, cuidar de tu familia… No es un fracaso: son pasos hacia el éxito. Michael Jordan jugó 15 años y ganó seis campeonatos. ¿Los otros nueve fueron un fracaso? Es una pregunta equivocada. No hay fracaso en el deporte. Hay días buenos y días malos, algunos días triunfás y otros no. De eso se trata el deporte: no ganás siempre”.
Más allá de la viralización de las palabras del crack griego, lindo debate se armó al respecto. Porque que Argentina no se haya clasificado al Mundial de básquetbol cuando en las Eliminatorias hubo siete plazas americanas en juego fue un fracaso deportivo.
Pablo Prigioni, el entrenador nacional, le dijo hace una semana al periodista Diego Morini en “La Nación”: “Hablamos sobre la palabra fracaso. A mí no me gusta esquivarla. Muchas veces cuando no conseguís el objetivo sentís esa sensación de fracaso. A mí me ha pasado en momentos de mi carrera. Dijimos que no pasa nada con fracasar o no ganar o no conseguir un objetivo. Lo interesante es ver cómo reaccionaron los mejores del deporte a los fracasos”.
–Facu, ¿le escapás a la palabra “fracaso”, te parece demasiado o no tiene sentido ahondar en este debate?
-La palabra “fracaso” no debe ser un tabú. El deportista fracasa muchas veces en su vida. Hay que amigarse con esa palabra y convivir con ella sabiendo lo que representa. Lo que importa es cómo salís del fracaso. Sí, no clasificarnos al Mundial fue un fracaso deportivo. Hay que aceptarlo. Ahora tenemos que usar la bronca y la rabia de aquel fracaso como combustible para crear algo nuevo. Nuestra manera de jugar. Nuestro ADN.
El primer objetivo
“Tenemos cuatro partidos en cinco días y debemos pensar en nosotros para llegar a la final y buscar el objetivo. Éste es nuestro Mundial”. Así se refirió el cordobés Facundo Campazzo al torneo que en Santiago del Estero definirá un clasificado a uno de los Preolímpicos que se disputarán en julio de 2024.
Argentina debutará este miércoles a las 21.10 frente a Bahamas, que llegó con sus jugadores NBA: Buddy Hield, Eric Gordon, Kai Jones y Deandre Ayton. Y el jueves seguirá su participación ante Cuba, a las 22.10. En el otro grupo están Chile, Islas Vírgenes, Uruguay y Colombia.
Los dos mejores de cada una de las zonas se clasificarán a las semifinales del sábado. Y la final se disputará el domingo a las 21.10.
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“Desde que tiré todo lo que había en la heladera, empecé a jugar mejor al básquetbol”, le dijo en agosto de 2018 al periodista Mauricio Codocea en otra rica entrevista en Clarín.
-Se te sigue viendo óptimo, fibroso y con la cara huesuda. ¿Ahora sos vos el que predica con el ejemplo ante los pibes, a tus 32 años?
-Me siento con más experiencias quizá (risas). Intento aplicar eso en el día a día. Físicamente estoy bien, me cuido para estar siempre al 100 por ciento, tengo información sobre cómo estar mejor e intento aplicarla. En la Selección tenemos al alcance de nuestras manos lo mejor y en mi vida me rodeo de gente que me hace bien. Los que recién empiezan no tienen toda la información o no saben bien del tema y acá alguien calificado, como un kinesiólogo o un nutricionista, les explica. Y nosotros les mostramos cómo descansamos, comemos, prevenimos lesiones y hacemos prensa. Se arma una linda dinámica de trabajo. No me toca bajar línea.
El sueño cumplido de ser NBA
Se abrió camino de a poco, se ganó la titularidad, jugó playoffs, enamoró a los fanáticos y Chris Marlowe, relator oficial de los Nuggets, patentó el “1, 2, 3 para Facu” ante cada triple del cordobés. Pero en la mitad de la segunda temporada salió de la rotación hasta el fin de su contrato.
“Fue una experiencia increíble. No me arrepiento de nada de lo que hice para llegar hasta ahí. Aproveché esos dos años en Denver”, sostiene Campazzo, quien privilegia las buenas. “Me tocó jugar mucho, ser titular en playoffs, no jugar y no estar en la rotación. Viví todas las situaciones e intenté controlar lo que podía controlar y aprender al lado de los cracks que me rodeaban. Incluso disfruté con Luka en Dallas”, agrega sobre su breve paso al lado del talentoso Doncic.
-Son las reglas del juego en la NBA, pero… ¿lograste comprenderlas?
-Sí. Siempre se me comunicó lo que querían de mí. Hasta cuando me iban a sacar de la rotación. Yo lo entendía. Lo que importa es el equipo y yo quería ganar. Son las reglas del juego y del negocio y las entendía como tal. Moría por jugar, pero si el equipo andaba bien, por qué iba a estar con cara de culo sólo porque quería jugar más. Lo veía sumamente injusto.
-¿Ser parte del show de la NBA fue como lo habías imaginado?
-Muchas veces mejor que lo imaginado. En la Selección les preguntaba a los grandes o paraba la oreja cuando hablaban de eso y fue tal cual lo que viví: la manera de viajar y todo lo que tenés a disposición para que mejores tu vida afuera y adentro de la cancha.
-Y te ganaste a la gente…
-Creo que sí (sonríe). A mí me gusta siempre tirarme de cabeza, poner el físico, defender… Y eso siempre le gusta a la gente. Me gustaba devolver el cariño que me dieron.
-¿Qué sentiste al ver campeón a tus ex compañeros de Denver?
-Me puse muy contento. Estuve cerca, je. En mis dos años ahí era el objetivo principal. En el gimnasio estaba la imagen del trofeo de la NBA con frases motivadoras al lado. Viví esa lucha por el título durante dos años y cuando ahora lo consiguieron les escribí a todos, porque me quedé con muchos amigos.
Su experiencia “salvaje” en Serbia
Y resume el clima en cada partido: “Lo viven de una forma completamente salvaje, loca. Te da un nivel de motivación que no sabés que tenés. Los hinchas prenden bengalas y jugás mientras fuman. Todo es clásico e histórico. Es un plus más para disfrutarlo”.
Su regreso a Real Madrid
El cordobés cerró la charla hablando sobre su vuelta al equipo donde ganó todo: «Estoy muy contento. Es mi casa. Mi hija nació ahí, tengo muchos amigos y la adaptación no será tan díficil por conocer a los jugadores y al entrenador. Eso sí, no me permite relajarme porque el Madrid debe pelear todos los torneos».
HS