El mundo del fútbol puede ser cruel con los futbolistas, que muchas veces no son dueños del camino que puede tomar su carrera. Dixon Arroyo, un ecuatoriano nacido en Guayaquil hace 31 años, tuvo que sufrir una mala este año, cuando lo obligaron a dejar el club donde era feliz. Y sin embargo, como dice la canción, el destino le terminó regalando la mejor sorpresa: tener de compañero y jugar junto a Lionel Messi.
La vida dedicada a la pelota de este aguerrido mediocampista pudo comenzar cuando era un niño y se imaginaba tirando gambetas como el histórico Alex Aguinaga, símbolo para una generación de ecuatorianos. O tiempo después, cuando en 2010 cumplió su sueño y debutó como profesional en el Deportivo Quito, club donde fue campeón en 2011 bajo las órdenes del argentino Carlos Ischia y en el que inició una trayectoria que lo tuvo jugando ligas, Libertadores y Sudamericanas en clubes como LDU de Loja, Independiente del Valle o Emelec.
Tan bien le iba a Dixon en su país que logró llegar a la Selección de Ecuador, dirigida por Gustavo Alfaro, aunque no pudo afianzarse en un plantel demasiado competitivo y se quedó afuera de la lista de jugadores que viajó a Qatar para disputar el Mundial de diciembre del año pasado.
Dixon se plantó ante las autoridades del conjunto «eléctrico» para reclamar una deuda salarial que mantenían desde el año pasado, y como no obtenía respuestas decidió protestar ausentándose a un entrenamiento, medida a la que se sumaron en solidaridad el resto de sus compañeros, estableciendo un antecedente inédito en el fútbol de ese país.
«Si ellos quieren que continúe, continuaré. Respeto mucho al club, siempre he dado lo mejor, y nunca trato de hacerle daño al equipo, pero son cosas que las traté de hablar personalmente, a la interna con el club y nunca tuve una respuesta. Le escribí al presidente, vicepresidente, al gerente, al coordinador y nadie me dio explicaciones. Lo único que me dijeron es que no me iban a pagar y no corresponde porque los valores firmados se tienen que pagar”, decía Arroyo en los medios locales.
La reacción del Emelec no tuvo contemplación con quien supo ser una de sus mejores figuras: primero lo apartaron del plantel, sacándole protagonismo, y luego le rescindieron el contrato. «El Club Emelec Sport ha llegado a un acuerdo con el jugador Dixon Arroyo para dar por terminada su relación con el Club», dice el frío comunicado publicado en marzo, cuando la situación ya no tuvo retorno.
Cuando llegó a Fort Lauderdale, sede del equipo sensación de los Estados Unidos (y del planeta fútbol) hablar de Messi era más una expresión de deseo que una realidad. Pero todo comenzó a alinearse en las últimas semanas y un día se enteró por un mensaje a su celular, en medio de un viaje con el Inter Miami, que el mejor del mundo había aceptado la propuesta de jugar en ese club.
Al lado de Sergio Busquets y atento a las subidas de Jordi Alba para cubrir los relevos, el mediocampista le rinde al Tata Martino: según las estadísticas, es el mejor pasador de la Leagues Cup.
“Las bonitas y maravillosas vueltas de la vida. Un día estás abajo y al siguiente estás arriba coronando. Hace unas semanas, Dixon terminó su contrato con Emelec por falta de confianza y minutos. A día de hoy es titular indiscutible y compañero del mejor jugador del mundo”, escribió uno de sus amigos, en Instagram.
Dixon hoy sonríe y disfruta una aventura que no estaba en sus planes ni en los de nadie hasta hace un par de meses. El fútbol y sus caprichos. O como dice la frase: el hombre propone, y (en este caso) Messi dispone.