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River mereció más, empató ante Monterrey, y ahora define su pase a octavos contra Inter

Hay un duelo litúrgico entre River y Boca en este Mundial de Clubes. Es como si las dos hinchadas se empecinaran en establecer una contienda en las tribunas de los fríos estadios estadounidenses y demostrarle al mundo cuál es la más grande, cuál es la que más canta, cuál es la que más colorido aporta cada vez que juegan sus equipos.

El viernes fue Boca contra el Bayern Munich. Y anoche, en Los Ángeles, le tocó a River contra el Rayados de Monterrey. Por una cuestión de cercanía con México y porque en Los Ángeles la comunidad mexicana es grandísima, la lógica indicaba que Rayados iba a ser local. Pero eso no sucedió ni por asomo: River colmó la cabecera y las dos laterales, y convirtió al legendario Rose Bowl en un Monumental de ocasión.

A ese marco había que sostenerlo adentro, en la cancha. Y no fue fácil. En realidad, nada es fácil en este Mundial de Clubes. Para nadie. Ni para los poderosos millonarios de Europa, como el Real Madrid, el PSG o el Inter, que sucumben ante el esfuerzo denodado de los latinoamericanos, que no tienen sus euros pero sí la materia prima que probablemente nunca tengan.

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Los equipos mexicanos no son los europeos. Son una suerte de doble combinada entre unos y otros. Tienen algo de la entereza latina, una ingenuidad incurable –¿por qué sus hinchan gritan “ole” cuando van empatando cero a cero?–, pero una billetera más fuerte que la argentina, por eso tienen a Esteban Andrada, Lucas Ocampos o Sergio Canales, un español que desde el primer momento complicó a la defensa de River. Armani respondió en cada una de esas situaciones.

El juego de River fue creciendo a medida que pasaban los minutos. Si al principio sufrió los avances mexicanos, sobre el final del primer tiempo y en todo el segundo, solo no convirtió por su ineficacia. Un tiro libre de Mastantuono, una llegada de Galoppo que definió muy arriba, una clarísima de Martinez Quarta, otra de Mastantuono y un mano a mano de Borja fueron algunas de las situaciones que generó el equipo de Gallardo ante el arco que custodiaba Andrada. El ex arquero de Boca apareció en la segunda de Mastantuono y en la de Borja. Las otras no fueron al arco.

Si de algo hay que preocuparse en vistas al partido contra Inter el miércoles, es justamente la definición. Porque en todo lo otro –posesión de pelota, creación, defensa– River mejoró con respecto a su debut contra el Urawa Red Diamonds. Lo otro es cómo reconstruir el mediocampo: con Castaño expulsado en el final, y sin Enzo Pérez y Galoppo por doble amarilla, esa es otra misión difícil para Gallardo.

River tiene con qué entusiasmarse. Aunque esto es fútbol, y en el fútbol hay que hacer goles. Algo que ayer en Los Ángeles, no hizo. Una lástima, sobre todo porque la multitud que lo acompañó tan lejos, merecía un grito de desahogo y felicidad.

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