“La cultura y el teatro están siendo dinamitados, una forma de organización que se tejió desde tantos años es hoy objetivo del gobierno nacional con la casi desaparición del INT, de cuya ley derivó y se fomentó todo lo que floreció después”, dice Juan Pablo Gómez, autor y director de “Los bienes visibles”, que presenta una nueva temporada en el Cultural San Martín, sobre dos hermanos cuidan de su anciano padre que “se aleja a mil kilómetros por hora” en un espacio de delirio, poblado de sonidos extraños y de voces que empujan, invisibles, este relato sobre envejecer.
Las funciones son los jueves a las 20 y cuenta con actuaciones de Enrique Amido, Patricio Aramburu, Anabella Bacigalupo, Agustina Reinaudo, Guadalupe Otheguy, Andrés Granier y Manon Segret. Conversamos con Gómez.
Periodista: ¿Hay relación entre la obra concebida en el contexto de Covid y su tema sobre la vejez? ¿Cómo impacta esa cercanía con la muerte y la enfermedad que había en ese entonces?
Juan Pablo Gomez: En la pandemia el tema de los cuidados y el envejecimiento pegó, apareció cierto “viejismo” en la sociedad, una amenaza, el descarte, la pregunta de cómo cuidar a nuestros mayores. Eso apareció fuerte. Veníamos trabajando en esta trilogía del cuidado o la vida, porque con el mismo equipo ya habíamos hecho eso y esta es una suerte de continuidad. Hablábamos de cómo cuidar la infancia y la actriz de 10 años en términos reales, y esta la continúa, son los mismos hermanos y ahora se ocupan del padre.
P.: ¿Cómo se construye esta historia de vínculos y la vejez que acecha a mil kilómetros por hora?
J.P.G.: Es clave la incorporación de este actor de 80 años, en tanto aparecen las historias realistas y buscamos repensarlo. Porque creemos que no tiene que ver con representar escénicamente la casa o esos ámbitos donde ocurren los dramas humanos, eso se enquistó demasiado en la vida urbana o dramas agridulces y nosotros nos separamos. Nuestra forma de trabajar la obra es diferente, pero hay algo de realismo que tiene que ver con las actuaciones. No es cuidar al actor en un espacio hostil, es como un palimpsesto de muchas capas donde aparece nuestro propio paso del tiempo. La obra es un drama sonoro donde todo el tiempo el coro que sonoriza hace colchones en la obra. Es una elegía o poema cantado por la desaparición física de un padre, que no se muere, que se extingue de a poco.
P.: ¿Qué otros temas aparecen?
J.P.G.: Los vínculos, la inspiración en Nick Casavettes, donde hay violencia por debajo, amor que no encuentra un cauce y termina por reventar. Los que no pueden transmitirse de manera más civilizada el amor que se tienen. Cómo cuidarnos entre nosotros y en el modo de trabajo. Hay algo de la experiencia teatral pura de cómo el público está dentro de la obra, esa cercanía con los actores. Más que un tema es la experiencia sensorial en sí misma, nos metemos en la forma de expectación contemporánea y la manera de presentar un espectáculo.
P.: ¿Cómo es el pasaje del off al Cultural San Martín? ¿Cómo es el intercambio de circuitos?
J.P.G.: El Cultural está en reformas, vuelve a funcionar la sala 3 y creo que los circuitos están más permeables, los públicos siguen a las obras. Venimos del independiente pero estamos en Dumont, donde hay una frontera muy perforada entre varias obras, el Cultural es análogo. La diferencia es la capacidad escénica de acá, más gente trabaja, hay más cantidad de lo que podemos armar, aunque todo lo oficial está muy cascoteado y desfinanciado. Pero están sustentados por los trabajadores y los artistas, que trabajamos como como compañía independiente. Nos interesaba del cultural la línea curatorial nueva, donde asesora Alejandro Tantainan y tenemos una mirada afín. El teatro como experimentación formal, que prueba sobre variables espaciales, tiempo, vínculos, lo humano, el teatro despegado de la anécdota y pensando como evento humano.
P.: ¿Cómo ves el teatro y la cultura hoy?
J.P.G.: La cultura y el teatro están siendo atacados, una forma de organización que se tejió desde tantos años es hoy objetivo del gobierno nacional con la casi desaparición del INT, de cuya ley derivó y fomentó todo lo que floreció después. Es un organismo responsable de la cara del teatro hoy día, de la gente joven que hace obras, de la profusión de material, una suerte de primavera alfonsinista eterna que se ve en el teatro porteño y en el país también. Tiene que con las políticas públicas, con atacar el corazón de la produccion simbolica, una forma organizacional comunitaria, rica y valiosa que buscan dinamitar. Pero en la ciudad queda esa vieja tradición de apoyo a la cultura y no se la ataca de manera directa, subsisten y funcionan como engranaje entre la escena independiente y la oficial. Es difícil estar en la prueba teatral si no hay una convicción muy grande de sacar tiempo de donde no hay para investigar. Es difícil encontrar hallazgos si no se experimenta, buscamos capturarle el tiempo que se da a las redes sociales. A las nuevas generaciones les cuesta tomar el tiempo porque hay que trabajar, pero la peleamos para hacer la obra que imaginamos.