Durante 2025 el consumo de psicofármacos se disparó en la Argentina. Se calcula que en los últimos 5 meses el uso de hipnóticos y de sedantes aumentó 6,9%, y el de antidepresivos creció 1,3%. Se trata de un tema de salud mental –y de salud pública–, en el que los farmacéuticos estamos profundamente involucrados.
El uso racional y controlado de los psicofármacos forma parte de la política sanitaria, e implica recibir el medicamento adecuado, en la dosis y el tiempo correctos. Son fármacos necesarios, pero que deben ser bien administrados y controlados por profesionales. Lamentablemente, esto no siempre ocurre: la automedicación conlleva riesgos para la salud mental de la población.
Empeora la salud mental: 3 de cada 10 argentinos afirma sufrir “malestar psicológico”
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Este panorama, que surgió a nivel mundial durante la pandemia pero que en nuestro país no deja de crecer, se refleja diariamente en los mostradores de las farmacias de la provincia de Buenos Aires. Allí los profesionales farmacéuticos cumplimos un rol fundamental como agentes sanitarios: generar un espacio de cercanía y contención para las personas en situación de vulnerabilidad emocional.
Más allá de la obviedad de que no se vende ningún psicofármaco sin la debida receta, la problemática sigue existiendo y los farmacéuticos formamos, junto con el médico, parte del equipo sanitario. Tenemos claro que la prevención de la salud mental empieza por la escucha, el acompañamiento y la red de atención primaria. Y allí, en ese punto, estamos los farmacéuticos, con el propósito de siempre: cuidar la salud pública.
(*) La autora es presidenta del Colegio de Farmacéuticos de la Provincia de Buenos Aires