El Fondo Monetario Internacional tendió pronto la mano al flamante presidente Javier Milei y otorgó este miércoles un nuevo desembolso que es vital para que la Argentina pague sus compromisos y no caiga en default. Fue una manera de resucitar el programa que estaba muerto. Es claro que al organismo le agrada el nuevo espíritu y las promesas del gobierno libertario y esto se manifestó en el tono elogioso del comunicado desde Washington.
Hay un fuerte respaldo al ajuste y nuevas metas para este 2024 que son bienvenidas en el organismo que pilotea Kristalina Georgieva. Pero esto no significa que aún no haya dudas con lo que viene. El anuncio de este miércoles es un salvavidas que el Fondo ofrece con prontitud para cruzar la tormenta, pero no habrá cheque en blanco. Quieren ver para creer.
En el Fondo pesa mucho la historia con dos programas fallidos, el del 2018 con Mauricio Macri y el reformulado más tarde con Alberto Fernández. Los antecedentes de incumplimientos son demasiados y el directorio ejecutivo del Fondo desconfía, sobre todo porque pasan los años y la Argentina solo ha refinanciado vencimientos y la macroeconomía, lejos de mejorar, ha empeorado.
Sergio Massa había arrancado con un ajuste gradual y promesas de cambio, pero con la sequía y la proximidad de las elecciones con el ministro candidato el panorama se volvió explosivo. El “Plan Platita” fue un mazazo para el Fondo porque Massa hizo todo lo opuesto a lo pactado. Nunca vieron nada igual, juran en Washington. Los negociadores le dedicaron unas duras palabras en el comunicado: hablaron de “severos reveses” en el programa anterior, que se “desvío gravemente”.
La llegada de Milei fue empezar de nuevo para el Fondo, pero con desequilibrios macroeconómicos más agudos y con mayor desconfianza por parte del directorio. Más allá de las propuestas libertarias y que Milei prometiera un ajuste fiscal aún más drástico que el que el organismo pedía, enseguida cayó bien el “giro pragmático” de Milei, que desinfló su idea dolarización y de cierre del Banco Central, dos iniciativas que hacen ruido en el organismo y la Casa Blanca.
Igualmente, el Gobierno vio frenado su entusiasmo inicial con el FMI con un baño de realidad: no hubo fondos frescos como el ministro Luis Caputo quería, se pagó el vencimiento de octubre a los tumbos con un préstamo de urgencia de la CAF y ahora hay un desembolso de US$ 4.700 millones pero para evitar el default y seguir pagando deuda.
Es un parche para revivir el programa maltrecho y ese detalle se cuidó bien de resaltar el ministro Luis Caputo. Tiene nuevas y ambiciosas metas para fin de este año (2% del PBI de superávit fiscal y US$10.000 millones de reservas), pero es el mismo programa porque para establecer uno nuevo se precisaría el aval del Congreso, que hoy está en llamas por otros temas.
Igualmente, un nuevo programa (de Facilidades Extendidas o Stand by) podría ser negociado en los próximos meses con más tiempo y con más panorama: el Fondo necesita ver un “track record” y “prior actions”, es decir que ya haya medidas previas encaminadas. Esta cansados de palabras y promesas. Y, además, que esas iniciativas tengan apoyo político al volver a pasar por el Congreso.
“Argentina es el principal deudor del FMI. Ese es un desafío común. Pero en el Fondo saben que están ahora negociando con un gobierno que es diametralmente diferente al anterior. Sería absurdo que, después de haberse dejado engañar por un gobierno que prometía lo que reiteradamente incumplía, empujen ahora al default a un gobierno que se propone hacer más de lo que ellos le pedían al anterior”, dijo a Clarín Héctor Torres, ex representante argentino ante el organismo.
Respecto del futuro, el ex funcionario señala que “depende del resultado de este primer paquete legislativo”, es decir el masivo DNU y las leyes que están en debate en el Congreso. “Creo que en el corto plazo es más fácil “recauchutar” el programa firmado del gobierno anterior y que el FMI retome los desembolsos. Ahora bien, como los programas con FMI son en realidad programas del gobierno, que el FMI acepta financiar, lo esperable sería que este gobierno quiera tener un nuevo programa, adaptado a sus tiempos y objetivos. Al menos hasta que podamos recuperar acceso al mercado de capital”.
Para el experto, lo que se percibe en Washington es “una actitud de “wait & see” (esperar y ver). Hay simpatía por el rumbo, pero también inquietud por la gobernabilidad y la capacidad del gobierno de llevar adelante las medidas en forma socialmente aceptable”.
A favor, el Gobierno cuenta hoy con el respaldo firme de la Casa Blanca y también del Tesoro, claves para cualquier votación en el directorio, donde Alemania y Japón son los más reticentes. A EE.UU. le agrada el alineamiento de Milei con Washington e Israel y el enfriamiento de las relaciones con China. Una señal importante fue la visita a Buenos Aires del funcionario clave del Tesoro Jay Shambaugh, que meses atrás había sugerido dejar de apoyar a la Argentina, y que esta vez dio la bienvenida al plan de ajuste del nuevo presidente, aunque pidió mantener el apoyo a los más vulnerables.