El Gasómetro es una fiesta. Juegan San Lorenzo y Gimnasia el partido más importante de la 28va. fecha del torneo profesional de 1933. El Lobo es líder junto con Boca con 39 puntos. El Ciclón, escolta con 38. Más de 40 mil personas vibran en el mítico estadio de la Avenida La Plata. A los 37 minutos, el brasileño Petronilho, de chilena, abre el marcador para el local. Faltando un minuto para finalizar la primera etapa, José María Minella iguala con un tiro rasante desde 25 metros. El entretiempo sigue la fiesta. La gente se entretiene con la música de una orquesta en vivo. Nadie imagina lo que sucederá un rato después.
Empieza el segundo tiempo. Ahora el local tiene el sol y el viento en contra. Aun así, genera las dos primeras llegadas y se luce el arquero Atilio Herrera. A los 6 minutos, Petronilho marca el 2-1, tras pase de Arturo Arrieta. “El referee no apreció la posición off-side de los delanteros y sancionó el tanto”, escribirá el cronista del diario El Mundo al día siguiente.
Gimnasia mejora y Enrique Gainzarain se mete en el área y José Fossa lo baja. Cuando todos esperaban la sanción del penal, el árbitro Alberto Rojo Miró cobra tiro libre. Después de las protestas, el juego sigue. Van 24 minutos, hay córner para el local. Lo hace Arrieta, Diego García gana de cabeza, el arquero Herrera atrapa la pelota, se arquea hacia atrás y el árbitro, ubicado al lado del palo, sanciona el gol.
La cobertura del diario El Mundo del 9 de octubre de 1933.Y ocurre lo insólito. Tras las discusiones, Gimnasia saca del medio, Gainzarain, de Lobo, le da la pelota a Diego García, el insider izquierdo local, quien se traslada hacia adelante, ningún rival sale a marcarlo, toca la pelota y marca el 4-1. El fotógrafo de la revista El Gráfico inmortaliza el momento en el que García convierte y el arquero Herrera está recostado sobre uno de los postes. La famosa sentada pero era el único que estaba así. El resto, no ofreció resistencia: huelga activa.
La cobertura de la revista El Gráfico del partido entre San Lorenzo 7-Gimnasia 1 de 1933.“¿Por qué no juegan?” le pregunta Rojo Miró a Minella, el capitán de Gimnasia. “Nosotros estamos jugando, Gainzarain tocó la pelota”, contesta. «¿Y van a seguir así?», inquiere Rojo Miró. “Claro”, responde el volante central.
García, otra vez con la pelota, marca el 5-1. Angel Miguens, half visitante, le tira un puntapié a Rojo Miró, quien lo echa. El árbitro se retira de la cancha ante los silbidos de todo el público. Vuelve, reanuda el juego, Gabriel Magán anota el 6-1 y luego García el 7-1. Van 33 minutos y Rojo Miró pita el final. “Por qué lo termina si todavía falta”, le reclama Minella. “Ya se cumplió el tiempo reglamentario”, afirma Rojo Miró, en el mismo momento que su nombre queda eternizado en la historia. Nadie imaginaba que moriría trágicamente un año después.
“Lamento muchísimo que nos hayan obligado a defraudar al público y a deslucir un triunfo que los muchachos de San Lorenzo de Almagro pudieron lograr en forma legítima. Pero ya estamos cansados de que se cometan injusticias con nuestro equipo”, afirma Minella y agrega: “Cuadros de menor poderío que San Lorenzo nos han vencido en buena ley, y hemos tenido el gusto de felicitar a los vencedores. De manera que no debe atribuirse nuestra actitud a despecho o amor propio. Sólo hemos querido dar una lección a los malos referees que tanto nos han perjudicado en este campeonato”. Está claro, Rojo Miró fue la gota que rebalsó el vaso.
«¿Qué más podemos pretender? Hoy hemos tenido una jornada pródiga; buen fútbol, durante más de la mitad del match, música en el intervalo y una actitud pasiva, desconocida hasta ahora en nuestros fields”, comenta Eduardo Larrandart, presidente de San Lorenzo.
En los días posteriores, el tema principal es el “paro general”, la “huelga” de los jugadores de Gimnasia. Hay voces a favor y en contra. “Al menos no agredieron al árbitro, como hacen otros jugadores”, remarcan algunos. “Todos deberían hacer lo que hizo Gimnasia ante un mal fallo arbitral”, opina Agustín Celsa Lozano desde las páginas de la revista La Cancha. Se plantea la cuestión arbitral, cómo mejorarla y algunos dirigentes proponen contratar árbitros británicos. Recién sucederá 15 años después.
El campeonato termina el 19 de noviembre y San Lorenzo logra su primer título profesional. Dos semanas después, El Gráfico publica una entrevista a Alberto Rojo Miró. Se la hace el periodista Borocotó, quien no duda en afirmar que era el mejor árbitro del momento. A manera de desagravio, cuenta que Rojo Miró vive en Bernal, que es padre de cinco hijos y que el 2 de diciembre cumplirá 28 años. El joven árbitro da su versión de los hechos, además de aclarar, en tiempos que no había fake news, que se decía que él había ascendido dos cargos tras ese partido cuando en realidad hacía seis meses que había renunciado a su trabajo como policía.
La prima página de la nota de El Gráfico a Alberto Rojo Miró, publicada en diciembre de 1933.“Las opiniones cambian mucho. Cuando San Lorenzo perdió en La Plata debí otorgarle un penal a favor del local. De cualquier manera creo que Gimnasia hubiera ganado, pero se dio en decir que el triunfo se debía a mi decisión. Más tarde, en Avenida La Plata, ocurrió ese goal que yo sancioné y que determinó de parte de los platenses el quedarse inactivos. Sigo sosteniendo que el tanto se produjo, y que las fotografías aparecidas fueron tomadas antes de que Herrera hubiera entrado con la pelota. Mi situación, apostado junto al arco, me permitió apreciar debidamente la jugada”, explica sobre la acción que desencadenó la protesta.
La segunda página de El Gráfico en diciembre de 1934. Rojo Miró posa junto a su esposa y sus hijos.Agrega sobre el penal no sancionado: “En eso no tuve la misma suerte de colocación. Vi el foul y lo sancioné, pero creí que la jugada se había producido fuera del área. De haberla visto dentro, el penal se hubiera ejecutado”.
Argumenta sobre la protesta de Gimnasia: “Y ese error, exclusivamente de distancia, seguido del tanto dudoso, originó la pacífica protesta. Desde luego que podrá ser ella lo antideportiva que se quiera, pero a nadie escapa que es más honesta que la de agredir e insultar. Recuerdo siempre la clase de Minella: ‘Juegue — le decía yo. — Jueguen… Usted como capitán debe hacer jugar’. Y el centre half, con mucha clase, me respondía: “Estamos encantados de su actuación… Usted cobre, que nadie le protestará… Nosotros movemos la pelota…” Me molestaba, pero nada podía decir al respecto porque el reglamento no prevé esas actitudes de los jugadores”.
Y se anima a decir que el caso lo debía analizar la FIFA: “En lo sucesivo los árbitros podrán retirarse y hacer perder los dos puntos al team que se niegue a jugar. Se ha resuelto así al margen de los reglamentos, por lo que convendrá que la F. I. F. A. estudie ese asunto y lo resuelva ya reglamentariamente. También me consta que los de Gimnasia habían pensado en otras actitudes. Una de ellas consistía en jugarse en contra. Si a un árbitro le toca actuar en un partido en que un team juegue, pero lo haga en su contra, ¿qué podrá hacer? Siempre el referee puede resolver casos no contemplados por los reglamentos, pero ello da derecho a protestas. Mejor será aprovechar la experiencia y ser previsor.”
La historia no termina y Alberto Rojo Miró se transforma en el protagonista de una tragedia que termina con su vida. En marzo de 1934, envía una carta a la Liga Argentina de Football (todavía no estaba constituida la actual AFA), anunciando su decisión de no dirigir más partidos. “Toman mi nombre y mi vida como cosa común, en una guerra que no es precisamente de idealismos, sino una lucha donde prima el interés personal, para cubrir una serie de mentiras”, explica en la larga carta.
La renuncia de Alberto Rojo Miró, en marzo de 1934, publicada por el diario La República.Sin embargo, no le fue aceptada la renuncia y durante 1934 dirige tres partidos. En la primera fecha, en marzo, y luego otros dos en julio. El domingo 29, en el choque entre Ferro y Platense en Caballito, el volante Cataldo Spitale rechaza una pelota que impacta de lleno en el oído de Rojo Miró, quien inmediatamente pierde el equilibrio y cae al césped. Igual, completa el encuentro en el que el Calamar se impone 2-1. Ya no dirigirá más.
Pasan los días y los medios dan cuenta de los problemas de salud de Rojo Miró, quien está internado en el hospital Ramos Mejía. ¿El pelotazo activó otros dolores? ¿O fue a un control y le encontraron otra enfermedad? No hay demasiados detalles en los informes periodísticos.
En la revista La Cancha, un lector anuncia la tragedia. Cuenta que por el amor que tenía por el fútbol, había recibido una herencia de 40 mil pesos y se la había gastado toda en Independiente de Los Hornos (hoy Bernal Oeste), equipo en el que atajaba y era dirigente, y que había logrado entrar en el fútbol oficial en 1928 pero que en 1929 le sacaron la afiliación. También agrega que había sido policía pero que había dejado ese trabajo para dedicarse de lleno al referato. Otro lector, anuncia que Rojo Miró estaba desde hacía tiempo paralizado y en la indigencia.
Un amigo de Alberto Rojo Miró contó la pasión del árbitro con el fútbol y su desgracia. La noticia se publicó en la revista La Cancha en 1934.“Víctima de una larga y penosa enfermedad, ha dejado de existir el popular deportista Alberto Rojo Miró, destacado referee del fútbol profesional porteño. El pelotazo recibido en el transcurso del último encuentro que controló, tuvo la trágica consecuencia de apresurar los acontecimientos y el proceso de la terrible enfermedad que, lentamente, venía mimando su ser y tras de una parálisis que lo tuvo largo tiempo”, describe la noticia de La Cancha.
La noticia del fallecimiento de Alberto Rojo Miró en la revista La Cancha en noviembre de 1934.Años después, en el siglo XXI, una publicación en Facebook sobre la historia de Bernal y su gente cuenta que la cancha de Independiente de Los Hornos se inauguró en 1926 y en el equipo aparece como arquero Rojo Miró. Un hecho que confirma lo que contó aquel lector y que, seguramente, gran parte de la herencia fue para inaugurar ese campo de juego.
La noticia sobre la inauguración de la cancha de Independiente de Los Hornos en noviembre de 1926.El mundo del fútbol comienza a solidarizarse con la desgracia del árbitro y empiezan las primeras colectas. Que se multiplican después de su muerte, el 3 de noviembre de 1934, justo el mismo día de la fusión de las ligas y el nacimiento de la actual AFA, un día antes de la primera fecha de los clásicos de la historia del fútbol argentino. Quedaron su mujer y cinco hijos. Hasta los árbitros uruguayos hacen una colecta para ayudar a la viuda.
El equipo de Independiente de Los Hornos con Alberto Rojo Miró de arquero.En su tumba, Jacinto Berenguer, represente de los árbitros uruguayos, dice en su discurso: “Marchó tempranamente, cuando el ocaso estaba todavía muy lejano, marchó puede decirse casi en plena aurora y ese tan presto alejarse, nos lleva a pensar en ese destino injusto que pesa sobre todos y que nadie conoce”.
Un representante de los árbitros uruguayos llevó una palma de flores a la tumba de Alberto Rojo Miró.Este domingo se cumplen 90 años de este episodio histórico y su posterior tragedia.