El periodista, escritor y corresponsal de guerra, Ramón Lobo, ha fallecido este miércoles por la noche a los 68 años, víctima de un cáncer que le fue diagnosticado hace casi un año y que en todo este tiempo afrontó con la misma valentía y firmeza con la que vivió su vida, una vida dedicada al reporterismo internacional, en el que ha sido un referente para generaciones de periodistas.
Nacido en Maracaibo (Venezuela) en 1955, a lo largo de su carrera profesional, Lobo cubrió diversos conflictos por todo el mundo. Inició su trayectoria como corresponsal de guerra en Bosnia y a partir de ahí viajó también a Albania, Chechenia, Irak, Afganistán, Ruanda, Sierra Leona, Uganda, y Congo entre otros. Lobo desarrolló la mayor parte de su labor periodística en el diario El País y cuando en 2012 fue despedido en un ERE que afectó a otro centenar de trabajadores, empezó a colaborar con El Periódico de Catalunya y otros medios. Desde entonces y hasta que le fue diagnosticada la enfermedad, ningún domingo faltó a su sección fija en este diario, que él mismo bautizó Nómadas y Viajantes.
Aunque lo suyo fue siempre el periodismo sobre el terreno, el contacto con la gente, viajar allí donde pasaban las cosas, como analista fue brillante. Lo leía todo, se empapaba de sabiduría, todo lo contrastaba, preguntaba a quién él creía que más sabía. Su última colaboración fue el 5 de noviembre del año pasado, cuando dejó de escribir con la esperanza de que eso solo fuera un paréntesis en su vida. Lobo interrumpió también su participación de cada domingo en el programa ‘A vivir que son dos días’ de la cadena Ser, donde sí volvió en junio para anunciar que los tumores habían vuelto y que debía someterse a un nuevo tratamiento de quimioterapia que no funcionó y tuvo que ser interrumpido.
Su último libro
Consciente en todo momento del avance de su enfermedad y que el tiempo se le agotaba, ha dedicado los últimos días de su vida a escribir un libro autobiográfico que pudo acabar esta misa semana. Una obra póstuma que corona también una carrera como escritor y que deja títulos como ‘Todos náufragos’ ‘El día que murió Kapuscinski’ o ‘Isla África’, entre otros. Acabar su libro y despedirse de sus amigos fueron los últimos anhelos de Lobo.
Hasta el martes, horas antes de su último ingreso en el hospital recibió visitas, con un hilo de voz pero aún con media sonrisa y sin abandonar ese humor a veces tan negro y a veces tan británico que posiblemente heredó de su madre. Con su pareja María al lado, hicieron fáciles las duras despedidas.
Como periodista recibió varios premios a lo largo de su vida entre ellos el Cirilo Rodríguez, galardón del que luego fue jurado y donde cada año en Segovia defendió con pasión los talentos más jóvenes y prometedores. Contestaba a todos los estudiantes que requerían de su experiencia y sabiduría. Y siempre tenía un recuerdo para los compañeros periodistas muertos ejerciendo la profesión, a muchos de los cuales conoció y respetó. Lobo fue siempre más de compañeros que de jefes.
También hasta casi el final se batió en Twitter, una red social en la que deja frases memorables, ingeniosas. Porque fuera en un texto largo o un puñado de caracteres, siempre derrochó una lucidez envidiable alejada, de todas las etiquetas. Siempre menos cuando hablaba del Real Madrid. Ahí sí que era todo pasión. Tanto que pedía que la enfermedad le diera tiempo a poder ver la inauguración del nuevo Bernabéu. Maldito cáncer, Lobo. Amigo de sus amigos, maestro de periodistas, enamorado de la vida.