Guste o no, el Comité Olímpico Internacional tiene una historia de estirar decisiones importantes hasta que a toda la “gente de bien” -la «familia olímpica»- ya no le quede otra que aceptarlas. Y la participación de los atletas rusos y bielorrusos en los Juegos Olímpicos de París 2024 no escapará a este muñequeo político. ¿Cómo “político” si el presidente Thomas Bach no se cansa de repetir que las entidades deben tener “neutralidad” ante la política? Cada acto es político, por acción y omisión. Y crear un clima dentro de la familia olímpica para que atletas no paguen por las decisiones de sus gobernantes, aunque aquí esa “decisión” de Vladimir Putin haya sido “apenas” invadir, bombardear y anexar territorio ucraniano, también es política. Guste o no.
En cada conferencia de prensa, foro o presentación a la que asiste, el alemán que conduce el COI repite hasta el hartazgo que aún no hay definición sobre la participación de rusos y bielorrusos como “neutrales” en París 2024. Es una parábola interminable. Parece el cuento de la buena pipa. La habilidad suprema es haber generado políticamente -sí, otra vez esa “mala palabra”- un clima tal que solamente reste una formalidad para que ello suceda.
El último paso se vio este martes en la Cumbre Olímpica realizada en la sede del COI en Lausana, Suiza. La tierra de los señores de los anillos. Estaba la crème de la crème: Bach, vicepresidentes y miembros del Comité Ejecutivo del COI, presidentes de federaciones deportivas pesadas como las de natación y atletismo, el titular del Comité Paralímpico Internacional, las asociaciones continentales, el presidente y el director general de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) y los líderes de solo dos comités olímpicos. ¡Pero qué dos!: el chino Gao Zhidan y el estadounidense Gene Sykes. Un comando de superhéroes dispuestos a apoyar el mismo mensaje.
Thomas Bach, al frente de la Cumbre Olímpica en la sede del COI en Lausana. Foto Olympics.comLa Cumbre Olímpica abrazó la Resolución A/RES/78/10 que las Naciones Unidas aprobaron el pasado 21 de noviembre pasado, que describe a los Juegos Olímpicos y Paralímpicos como “un acontecimiento unificador y una oportunidad significativa de aprovechar el poder del deporte para fomentar una atmósfera de paz, desarrollo, resiliencia, tolerancia y comprensión, accesibilidad e inclusión”. Hubo 118 votos a favor, incluido el de Argentina, y dos abstenciones: Rusia y Siria.
Entonces llegó el momento del formalismo. Los representantes de las Federaciones Internacionales de Deportes de Verano le solicitaron al COI que “lo más pronto posible” resuelva dejar competir en París 2024 a los “atletas neutrales individuales” que se hayan clasificado o vayan a clasificarse en eventos oficiales y pidieron que queden claros los sistemas de clasificación olímpica para todos los atletas. Acto seguido, apoyaron las asociaciones continentales, entre ellas Panam Sports, y la Asociación de Comités Olímpicos Nacionales (ACNO).
Faltaba la palabra de una pata vital. La más importante del olimpismo: los atletas, nada menos. La finlandesa Emma Terho tenía algo para decir. No por haber competido en el torneo de hockey sobre hielo de cinco Juegos Olímpicos de Invierno ni por haber ganado dos bronces en Nagano 1998 y en Vancouver 2010. Tampoco por haber disputado ocho Mundiales de su deporte, con cuatro bronces colgados de su cuello. En la Cumbre Olímpica, Terho habló como presidenta de la Comisión de Atletas del COI, la misma que Paula Pareto es candidata a integrar si así lo deciden sus pares en París 2024.
Paula Pareto llevó la bandera olímpica en la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Foto AFP“La opinión de la gran mayoría de los atletas es que los deportistas no deben ser castigados por las acciones de sus gobiernos”, sentenció la finlandesa, quien pidió premura porque los atletas quieren saber si los “neutrales” competirán en unos Juegos Olímpicos que “se acercan rápidamente”.
Entonces sí el COI admitió que los “neutrales” competirían “en las estrictas condiciones existentes” (bandera neutral, sin himno, excluyendo los deportes de equipo y con la condición de no haber apoyado la invasión de Ucrania) y que “deberán cumplir todos los criterios de elegibilidad aplicables a cualquier atleta olímpico”.
Hace unos meses, en una de sus tantas ofensivas contra las críticas a su accionar bélico, Rusia se puso firme y su ministro de Deportes, Oleg Matytsin, habló del regreso de los Juegos de la Amistad, aquella cita que nació en 1984 en la Unión Soviética para boicotear los Juegos Olímpicos de Los Ángeles junto a otros países europeos satélites del comunismo de la hoz y el martillo.
Ataque y contraataque
Pues bien, la Cumbre Olímpica de este martes salió con los tapones de punta. “El gobierno ruso pretende organizar en Rusia acontecimientos deportivos de clara motivación política”, se lee en el comunicado oficial.
La AMA se opuso porque “sería contrario al espíritu del Código Mundial Antidopaje celebrar un acontecimiento de este tipo en un país que no cumple las normas”. Tanto que llevó adelante un comprobado dóping de Estado en los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi 2014.
Terho añadió: “A los atletas les preocuparía mucho que se les obligara a participar en acontecimientos deportivos con motivaciones políticas de este tipo, convirtiéndose así en parte de una campaña de propaganda política”. Y también se opusieron las federaciones de los deportes olímpicos de verano e invierno, las asociaciones continentales y ACNO.
Thomas Bach, presidente del COI, con los medallistas olímpicos Sebastián Crismanich, Santiago Lange, Paula Pareto, Delfina Merino, Facundo Conte y Cecilia Carranza Saroli. Foto Prensa COAThomas Bach estuvo apenas unas horas en Buenos Aires el 25 de octubre pasado. “¿Por qué se debe aislar al deporte de la política si la política está a cada paso? La buena puede cambiar el mundo y la mala lo arruina”, le preguntó este periodista en la sede del Comité Olímpico Argentino.
Algunos extractos de su extensa respuesta fueron: 1) “Nunca dijimos que el deporte y la política deberían estar aislados, porque sería muy ingenuo. Sería estúpido”; 2) “En el deporte no vivimos en una isla santa. No vivimos en una burbuja. Al mundo lo dirigen los políticos y esto significa para la misión del deporte de unir a la gente que tenemos que ser políticamente neutrales”; 3) “Estamos viviendo en un mundo donde todo se politiza y eso lleva a las divisiones. Y nuestra tarea en el deporte es ser el contramodelo: demostrar que se puede unir y trabajar juntos, aunque se tengan opiniones e intereses muy distintos”.
En eso anda Bach. Disfrutando en Lausana que la “familia olímpica neutral” le pida a troche y moche lo que el COI terminará definiendo el año que viene: bienvenidos los rusos y bielorrusos -perdón, “neutrales”- a París 2024. No vaya a ser cosa que se mezcle la política con el deporte.
HS