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El factor San Cayetano: la mirada de un sociólogo vecino a la iglesia de calle Buenos Aires

Por Julio César Luna – Sociólogo

Sin duda alguna San Cayetano no es un santo más para los argentinos. Quizás lo más parecido a esa devoción es el sentimiento de los napolitanos por San Genaro. Ser sociólogo y vivir a cuadras de la iglesia de San Cayetano de Rosario, en calle Buenos Aires al 2100, hizo que no pueda dejar de observar este fenómeno que se repite todos los 7 de agosto y ver cómo se transforma el barrio durante todo ese día.

Siempre despertó mi curiosidad ver cómo, desde la tardecita del día anterior, comenzaban a montarse los puestos callejeros. A la mañana temprano, cuando iba a trabajar, una gran cantidad de gente caminaba hacia la iglesia. Desde la plaza López, se veía la presencia de los vendedores de espigas de trigo con la estampita, velas y todo lo que identifica al santo. Este paisaje estuvo siempre matizado por el humo de los puestos de choripanes.

Asistencia directamente proporcional al deterioro social

Fotos de portada e internas: Juan José García.

Vivir muy cerca me brinda elementos para reflexionar en torno al panorama que se repite una y otra vez. Cada año. Si algo puedo concluir es que nunca son iguales: año a año, varían fundamentalmente la cantidad de concurrentes. Y con un correlato interesante: a mayor aumento de la precariedad laboral, especialmente en la clase media, mayor es la cantidad de asistentes los 7 de agosto.

Por el contrario, cuando disminuyen las condiciones de inseguridad e inestabilidad económica, también disminuyen los asistentes. Esta relación directamente proporcional se da implacablemente y es una forma que encontré de observar este comportamiento desde una perspectiva social.

A fines de los ’90, la gente llenaba varias cuadras en torno a la parroquia. Hoy, si bien cambió todo ese paisaje, esa relación se sigue manteniendo.

Las dos imágenes

Hay una particularidad en esta parroquia, que ostenta dos estatuas de San Cayetano, una afuera y otra adentro de la iglesia: siempre es mayor la cola para acercarse al santo que está en el interior.

En un horario muy particular, entre las 19 y las 21 horas, asiste por lo general gente de clase media, bien vestida, con una actitud que denota timidez. Ellos hacen cola para saludar el santo de afuera. En términos sociales, este grupo que asiste en ese rango horario es el que mejor refleja esta relación entre inseguridad económica y la asistencia en forma masiva.

Comparando el último año de gestión de Alberto Fernández, no asistió tanta gente respecto del primer año de Javier Milei, cuando se triplicó la cantidad de asistentes. Hoy no es la excepción y esa fila aumentó considerablemente. Un emergente más, si hiciera falta, de un momento de inseguridad laboral en el que sobresale el miedo a perder el trabajo. Y un tiempo de mayor precariedad económica y social que acecha a un amplio sector de la clase media. Ese que en el pasado se esperanzaba con la movilidad social ascendente y no registraba en su horizonte la inquietante probabilidad de una caída en sus condiciones de vida.

Estamos ante un Estado que se aleja de la gente. Que instrumenta políticas cuyo resultado es un aumento de la pobreza y de la desocupación. Que se olvida de los vulnerados. Ante eso, lo que crece es la necesidad de tener esperanzas en los milagros. Pero, como dice Peteco Carabajal en la canción San Cayetano:

“…En otra puerta será
En otra puerta, el reclamo
¡El que debe responder
No ha de ser San Cayetano!…”

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