Juan Carlos Miguel tenía 80 años y desde que se jubiló comenzó a recorrer distintos destinos junto a Marta, su esposa desde hace más de medio siglo. Un trágico accidente se cobró su vida y desde entonces su familia vive un calvario.
03 de septiembre 2023, 05:57hs
Juan Carlos y Marta criaron a sus cuatro hijos, disfrutaron a sus nietos y después de muchos años de trabajo se jubilaron y comenzaron a viajar. Recorrieron varios destinos y planeaban seguir haciéndolo, pero un accidente en República Dominicana frustró todos sus sueños: una lancha los chocó mientras realizaban una excursión y él murió. Desde entonces su familia vive un calvario y nadie les dio una respuesta ni un responsable.
Tras el accidente pasaron días sin que nadie supiera qué había sucedido con el hombre de 80 años. Su hijo y su nuera llegaron a aquel país y denunciaron que fueron controlados a cada paso. La esposa, de 74, se encontraba internada con fracturas en todo el cuerpo y la situación era desesperante.
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El viaje de ensueño a República Dominicana que terminó en tragedia
El 21 de junio cambió la vida de la familia Miguel. Juan Carlos y Marta, una pareja oriunda de Daireaux, un pueblo del interior de la provincia de Buenos Aires, se encontraba realizando una excursión dentro del complejo en el que se estaban hospedando en la comunidad de Bayahíbe, La Altagracia. “Ellos contrataron un paseo en la playa. A la ida fue todo muy bien, despacio y tranquilo, pero a la vuelta todas las lanchas empezaron a volver a mil por hora porque tenían que buscar más gente”, detalló Agustina Miguel, hija del matrimonio, a TN y La Gente.
“En medio de esa locura, una lancha los chocó de atrás, se subió a la de ellos y a mi papá lo aplastó. Mi mamá quedó con cinco costillas rotas y la muñeca quebrada. Fue tanta la violencia del impacto que en ese momento a ella le pareció que era un atentado”, explicó la mujer.
Tras el choque, los trabajadores les dijeron a los pasajeros que se tiren porque la lancha se iba a hundir. “Había gente que tenía salvavidas, pero otras que no. Mi mamá tenía, pero tragó muchísima agua hasta que logró salir gracias a que le tiraron una soga desde otra lancha y la llevaron a una clínica en La Romana, a más de 100 kilómetros de ahí”, contó.
Cuando fueron alertados por el accidente, uno de los hijos del matrimonio, junto con su pareja, viajó hasta República Dominicana y allí comenzó otra odisea. “Desde que llegaron estuvieron custodiados siempre, con policías entrando y saliendo, preguntando cuándo le daban el alta a mi mamá, y si querían ir a comprar comida los llevaban en taxi a todos lados”, destacó Agustina.
Todo esto sucedía sin tener noticias aún sobre el paradero de Juan Carlos. “Recién al cuarto día logramos tener el contacto de la mano derecha del ministro de Salud que les confirmó que mi papá había muerto y que su cuerpo se encontraba en una funeraria de Santo Domingo, a 250 kilómetros de allí, porque en la morgue no había lugar”, contó.
Ante este panorama desolador, la cuñada de Agustina se contactó con la Embajada Argentina, pero recibió una respuesta insólita. “Ella quería pedirles un representante legal y le dijeron que no podían hacer nada porque había un pacto de amistad entre los dos Estados”, relató.
Un testimonio clave
Los días posteriores, en medio de la recuperación de Marta, se dedicaron a buscar información sobre el accidente, pero no encontraban nada. No se hicieron pericias en el lugar, nadie fue llamado a declarar y si bien se sabe quién es el conductor que manejaba la lancha que chocó al matrimonio, nunca fue citado. La hija de la pareja denuncia que levantaron todos los restos del accidente e hicieron como que “no pasó nada”.
Es por eso que, desde Argentina, busco más data y logró contactarse con un joven policía español que estuvo presente en el momento del accidente. “Él estaba al lado de mis papás y gracias a él supe que mi papá quedó abajo de la lancha. Después de un tiempo, en medio de la desesperación, lo vio que estaba tirado y nadie lo asistía, entonces se subió y empezó a hacerle primeros auxilios”, agregó.
“Ahí vio que le salía espuma de la boca y nadie del lugar lo atendió. Este chico no recuerda cuánto tiempo pasó en medio de la locura hasta que alguien lo ayudó a pasarlo a otra lancha donde había una doctora y estuvieron haciéndole RCP. De ahí lo alcanzaron hasta la costa y se lo llevaron. A partir de ahí no se supo nada más”, explicó la hija del matrimonio.
El retorno lleno de dolor
Luego de varios días y con la autorización de los médicos, Marta, su hijo y nuera podían regresar a la Argentina. Antes preguntaron sobre el cuerpo de Juan Carlos y la respuesta los sorprendió: “Les dijeron que no le habían hecho la autopsia todavía, pero que apenas lo hagan lo iban a cremar y enviar a nuestro país”, detalló Agustina.
Con esta noticia, la familia tuvo que emprender viaje igualmente, pero otra increíble situación los volvió a preocupar. “Ese día aparecieron estos policías en el hotel para decirles que los llevaban al aeropuerto. Mi hermano se negó, pero cuando llegaron los volvieron a ver allá. Hasta que el último momento que estuvieron ahí fue toda una odisea”, lamentó.
La autopsia finalmente se realizó y arrojó que Juan Carlos murió por una contusión toráxica y un golpe en el cráneo a la 20 h. El accidente, sin embargo, ocurrió cerca de las 16, pero nadie sabe qué sucedió en ese lapso de cuatro horas.
Pero, aunque los papeleríos parecían haber terminado, todo se complejizó porque desde la funeraria habían realizado mal el acta de defunción, así que los restos del jubilado fueron repatriados recién el 8 de agosto, luego de un mes y medio del accidente.
“Los dominicanos se manejan a dos tiempos, por eso tardaron tanto. Nos decían que nos quedáramos tranquilos, que la funeraria a donde habían llevado a mi papá era muy seria, pero hoy, con todo lo que pasó, hasta tengo dudas de si las cenizas que enviaron son realmente de él”, lamentó la mujer.
Quién era Juan Carlos: jubilado, un amor de toda la vida y un abuelo dedicado
A pesar de sus 80 años, según detalló su hija, tenía una vitalidad increíble. Le encantaba viajar y pasear por todos lados. Trabajó en el campo en Daireaux toda la vida y junto a Marta formaron un matrimonio de 58 años, cuatro hijos y muchos nietos.
“Eran super compañeros, siempre se iban de viaje, les gustaba mucho y se lo re merecían”, señaló la hija. “Era un super abuelo, re presente. Yo vivo a 500 kilómetros del pueblo, pero siempre venían a visitar a mis hijos”, remarcó la mujer.
Es por eso que, en medio del dolor, Agustina sentenció: “No estuvo bueno que termine así. Como lo sacaron, como lo dejaron tirado en el lugar; a mi papá lo mataron, esa es la realidad y no se merecía terminar de esa manera”.
Un pedido desesperado
Agustina se contactó con abogados para seguir el caso, pero considera que el panorama es desalentador. “Hoy me conformo con hacer un descargo, que el que vaya a viajar sepa a dónde va, porque que no es la primera vez que pasa algo así”, advirtió.
“Yo quería saber qué pasó con mi papá, necesitaba cerrar en mi mente un montón de cosas, y pude averiguar por mi cuenta todo eso, pero creo que mi corazón va a estar en paz si hay algo plasmado en algún lugar para que la gente sepa donde se mete”, concluyó.